LA LLORONA
MADRE
PEREGRINA
OVIDIO
ACTO 1
En el cuarto de estar, la madre canta una nana a su hija recién nacida para que se quede dormida, mientras espera a que su marido finalice la jornada en la mina ya bien entrada la noche.
MADRE (meciendo dulcemente al bebé).-
Duerme la niñita entre algodones.
Mientras que su madre
ata sus sueños con botones.
En ese momento, llaman a la puerta. La madre se asusta, acuesta a la niña en la cuna y se dirige a la ventana. Al descubrir a una bella y débil muchacha envuelta en una densa y raída capa se acerca sigilosamente a la puerta.
MADRE.- ¿Quién anda ahí a estas horas?
PEREGRINA.- Siento llamar a la puerta de este humilde hogar tan tarde, pero soy una peregrina que no haya cobijo más que en la casa de los elegidos. No vengo a hacer mal, solo busco un poco de agua y de paz… –susurrando añade– sobre todo paz.
MADRE (abriendo la puerta).- Así que es una peregrina… sea bienvenida a esta feliz casa. Aquí puede beber y comer algo, no mucho, pues somos una familia humilde. También puede trasnochar en el aquel sofá.
La peregrina pasa y el bebé empieza a llorar. La misteriosa huésped se sienta en un sillón, mientras la madre regresa de la cocina con un vaso de agua.
MADRE.- Aquí tiene. Parece cansada, ¿lleva mucho tiempo peregrinando?_ pregunta mientras coge en sus brazos a su hija y trata de tranquilizarla meciéndola y conduciendo su sueño con suaves susurros.
PEREGRINA.- Desde antes del principio llevo velando los sueños de los vivos, para que cuando estén listos sus sueños se consuman como la mecha de una vela. Siempre sola, nadie quiere pasar conmigo más que una pesadilla. Y los que finalmente me abrazan, se desvanecen en mis brazos como se deshace la espuma en brazos de la más ávida sirena. Sus vidas se evaporan y me vuelven a dejar sola. Siempre sin descanso…
MADRE (desesperada por el llanto de la niña apenas escucha las palabras de la viajera).- Ay, llorona, calla ya. Tu padre pronto vendrá… De mí bebes la vida, ¿no es ya suficiente? Cálmate que no puedo más.
PEREGRINA.- Sus ojos, tan llenos de vida, son a los que no puedo engañar. Tú me ves como una peregrina de algún camino, ella me ve como Peregrina en busca del Gran Final.
La madre se dispone a replicar cuando vuelven a llamar a la puerta.
MADRE. – ¿Pero quién puede ser a estas horas? Debería ser Pedro, ¿quizás sea él?
La madre mira a través de la melilla y ve a Ovidio, compañero de trabajo de Pedro, envuelto en lágrimas y con cara compungida.
MADRE (abre la puerta con un nudo en la garganta que apenas la deja susurrar).- ¿Qué sucede, Ovidio? ¿Dónde está Pedro? Mucho se retrasa hoy.
OVIDIO.-Ay, mi señora. No sé cómo explicarle esto… _en ese momento ve a la peregrina y araña en sus recuerdos buscando esa cara de ensueño tan familiar.
MADRE (gritando).- ¡Ovidio, habla!
OVIDIO.- Señora, estaba con Pedro en la mina cuando unas rocas se desprendieron y cayeron sobre nosotros. Yo logré salir ileso, pero Pedro… ¡Ay, y con esa criaturita!
MADRE (agarrando a Ovidio por las solapas de su uniforme).- ¿Dónde está Pedro? ¿Dónde?
OVIDIO.- Su cuerpo inerte yace en la mina.
MADRE.- No puede ser. No puede ser. Me estás mintiendo, Ovidio. Sí, es una mentira.
OVIDIO.- Ay, señora, bien desearía que todo fuera una pesadilla.
ACTO 2
Mientras la madre destrozada por el dolor trata de no desfallecer de consolar a su hija que no ha parado de llorar ni un momento, la peregrina y Ovidio se encuentran en la cocina.
OVIDIO.- He tardado, pero te he reconocido. Tu cara es imborrable y, sin embargo, solo quisiera olvidarla. ¿Por qué has venido a sembrar la desdicha a esta familia?
PEREGRINA.- No soy yo la dueña de mi camino, ando peregrinando en sendas dictadas. Solo acaricio a los elegidos. No te equivoques, Ovidio, no es mi gusto tocar las almas mientras se escapan de mis dedos. Allá donde voy solo provoco llanto, nadie me quiere y todos me temen. Y así, estoy condenada, a la eternidad de la vida. Ojalá pudiera recostarme en el pecho de un hombre, descansar mientras me reconforta su aliento sobre mi cabeza, y seguirlo por el viento como una brizna de hierba recién arrancada. Pero no, Ovidio, si eso hiciera, todas mis fantasías se desvanecerían y se escurrirían por los poros de mi cuerpo etéreo porque estoy condenada eternamente a ser el punto y final.
OVIDIO.- Pero ¿por qué él? ¡Acababa de casarse y ser padre! ¡Yo estaba ahí también! ¡yo te vi!
PEREGRINA.- No me hagas preguntas sin respuestas. En aquella mina viste el mismo túnel que tu compañero y, sin embargo, tú no lo cogiste. No me preguntes por las pasiones ni decisiones humanas porque son desconocidas para mí. Vive tu vida como mejor puedas y aguarda tu hora, para que cuando te llegue el momento, me puedas coger de la mano como a una amiga del pasado. Aunque solo fuera por un instante…
OVIDIO.- Cuanto siento que nuestros destinos no sean nuestros. A todos nos toca interpretar un papel, casi siempre amargo…
ACTO 3
La peregrina y Ovidio salen de la cocina y se reúnen con la madre en el cuarto de estar.
OVIDIO (dirigiéndose a la peregrina).- Creo que ha llegado la hora de que nos abandones. Suficiente dolor impregnado en estas paredes.
PEREGRINA.- Deja que me despida.
La peregrina se acerca a la madre.
MADRE.- El dolor que siento sacude mi cuerpo como un relámpago que parte un árbol en dos. Tápame con tu manto, peregrina, porque me muero de frío.
OVIDIO (temeroso).- Ay, señora, no repita eso.
PEREGRINA (con mirada reconfortante).-Vale más que te consuelen las lágrimas de la llorona; pues los que hallan refugio en mí, dejan de sentir.
OVIDIO (hablándole a la peregrina).- Vamos, amiga, se hace tarde para ti.
FIN
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