San Chirico Raparo, un nombre grabado en mi corazón. No se porqué pero ahí quedo guardado. Mis abuelos italianos lo nombraban como su punto de partida, pero nunca me relataron nada de su paisaje, sus calles, de la familia que allí quedo; quizá como una forma de auto-protección para evitar el dolor del desarraigo.

Siguiendo un misterioso impulso, una fría mañana me encontré junto a mi esposa viajando entre la nieve. Los carteles anuncian, Brienza, Marsico Nuovo, Moliterno, Montemurro hasta que al fin aparece San Chirico Raparo. No resisto las ganas de tomarme una foto junto al primer cartel que lo anuncia. Sigue un camino vecinal entre nieve, curvas y montañas, nos acompaña el Río Racanello que rodea al pueblo. Desde el camino, allá arriba, recibimos nuestra primera vista del Paese. Ascendemos a la montaña, siempre se sube para llegar a los pueblos de Italia, y por Vía Roma llegamos a la plaza. A lo lejos un señor nos observa. Con los datos que habíamos tomado de la guía telefónica, fuimos en busca de los Zambrino, eran varios, alguno tenía que ser de nuestra familia. Subimos por una escalera lateral de la Municipalidad, encontramos la Vía Pellegrini, tocamos timbre en una casa, una puerta similar a las de las caballerizas que se abren en dos mitades. Nos recibe Magdalena que abre su puerta de par en par y con una gran sonrisa nos invita a pasar. Sentados a la mesa del comedor están sus hijos Pascual y Sinforosa. Luego de conversar unos instantes le preguntamos si es posible pasar la noche en su casa, en ese momento no sabemos que existan albergues y mucho menos hoteles en San Chirico, no nos queda mucho tiempo y debemos despachar al taxista que nos está esperando abajo.

Por la tarde Sinforosa nos lleva de paseo por las calles del pueblo, el sacerdote Don Antonio le entrega las llaves de todas las iglesias para que podamos recorrerlas a gusto.

Magdalena nos ofrece todos los sabores que le comento que formaban parte de la cocina de mi abuela. Macarrones, crespeles, cicciarata mas los productos típicos de su producción nos esperaban en la cena, y árbol genealógico en mano repetimos una vez mas nuestra historia en busca de familia. Lamentablemente en San Chirico Raparo no hay ningún Zambrino que sea de nuestra familia.

El tío Pedro en Tandil, me dio una fotografía y me dijo, «este de la foto es el único que es de la familia y vive en Castelsaraceno». Desde la ventana de nuestra habitación vemos las luces del pueblo que está apenas a 17 km pero nos es imposible llegar, al día siguiente debemos regresar a Potenza.

Pero nuestra historia con San Chirico Raparo tendrá algunos capítulos mas.

Por alguna cuestión genética, de formación familiar, de ambas o quien sabe porque, Nicolás (nuestro hijo mayor) nos salió viajero (Magdalena y Federico también). Viaja por el sur de Italia, haciendo dedo con la idea de llegar al pueblo de sus ancestros. Toda una rica aventura.

Gracias a los amigos del camino, no solo llega al pueblo sino que también puede conocer Castelsaraceno, en la plaza pregunta a un grupo de ancianos por Vincenzo Zambrino – siempre hay ancianos en las plazas de los pueblos de Italia y es imposible pasar desapercibido- y ahí está, en un banco, con su bastón y sus 86 años. Primo hermano de mi padre, se abraza a Nicolás y lloran, «siempre pensé que iba a venir Pedro» – «el tío ya no podrá venir, se fue hace poco, pero vine yo y atrás mio vendrá mi papá».

Al poco tiempo ahí estaba yo, sentado y tomado de la mano de Vincenzo y Carmela (92 años), aún percibo el perfume de sus manos impregnado en las mías. Carmela me dice «es como si te conociera de toda la vida». Mas tarde compartimos la cena con la familia de Franco, su hijo y con Vincenzo, otro primo que viajó desde Lauría con su esposa para conocernos.

En otro pueblo, Montemurro pudimos conocer a otro primo, Francesco y su familia.con quienes compartimos la sorpresa, la mesa familiar y largas charlas.

Pero aún nos esperaba una emoción mayor.

Magdalena, nuestra hija, eligió San Chirico Raparo para celebrar su boda con Matías.

– y como van a hacer me preguntó Franco

– no se

-compraron los confites

-no

-bien, tienes que comprarlos, son el souvenir de la boda (recuerdan la frase: para cuando los confites).

Luego la familia de la novia va hasta su casa para acompañarla en procesión hasta el lugar de la celebración de la boda, en este caso el Municipio, donde estará esperando el novio con su familia y el Síndaco que es quien hará el casamiento. Muchos padres llevan del brazo a su hija hasta el altar, en mi caso la llevé por las calles del pueblo de mis abuelos, acompañado por 30 personas, pues mis primos convocaron a sus hijos y nietos para estar presente en tan importante acontecimiento familiar, porque una bisnieta volvía a casarse al pueblo de sus bisabuelos.

Lo que era intencional olvido de una tierra que quedaba atrás después del dolor de la 1ª Guerra, un nombre lejano, una imagen de un pequeño pueblo colgado de la montaña como fondo de pantalla en una computadora, hoy es un fuerte sentimiento de pertenencia, abonado por la reconección familiar. Pleno de significado e invisibles y fuertes lazos que nos unen al Paese Lontano.

Fin

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