Aquel 15 de Mayo de 1931, cuando se levantó Anita no sabía que le iba a deparar ese día, era San Isidro, patrón de Madrid y como todos los años pensaban a ir a la Pradera con toda la familia.
Ana Mary su pequeña de 3 años por primera vez se iba a vestir de chulapa, con el traje que le había regalado la abuela Concha.
Ella no estaba muy convencida pues tenía miedo, aunque ellos vivían en el Ensanche de Madrid en Arguelles, los últimos acontecimientos ocurridos en la capital eran abrumadores, el domingo y lunes anteriores, debido a las provocaciones de los monárquicos en los balcones del Círculo Monárquico en la calle Alcalá, se sembró el caos, y la respuesta fue una verdadera batalla campal.- Se habían incendiado Iglesias y conventos, las detenciones eran numerosas, hacía escasamente un mes, el 14 de abril, que se había proclamado la II República y enviados al exilio a D. Alfonso XIII, para evitar una guerra civil y se había instaurado por fin la Democracia con D. Niceto Alcalá Zamora, presidiendo el Gobierno Provisional.
Su marido Felipe aunque trabajaba en un Banco, era escritor , aficionado cantante y crítico de Opera, se levantó cantando, una Tarantela que les había escrito para éste día de fiesta y se puso a bailar con ella y con su hija:
“La mañana fresca y suave nos invita a pasear,
Ven conmigo que ya el valle florecido le verás.
Vente que la primavera su hechizo mostrará y entonando ¡tarantela!
El camino alegrará.
Suena dulce la campana no lejana y nos brinda su armonía la alegría.
Embriagados dulcemente con el beso de este sol.
¡Tarantela! ¡Tarantela! Alegría de mi amor.
¡Tarantela! ¡Tarantela! Entonemos su canción.”
Anita se reía por su hija pero estaba agotada; hacía días que no dormía por la preocupación de los sucesos que estaban ocurriendo y, por que se encontraba casi a punto de dar a luz.
Ana Mary saltaba y le pedía a su padre que siguiera cantando, era una niña sumamente alegre y dicharachera, y no paraba de repetir que nos vamos a la pradera papi, que hoy es San Isidro.
Felipe y Anita se miraban cómplices pues no querían asustar a la pequeña, y le dijo no sé si hoy vamos a salir, la niña se puso a llorar con hipos y sollozos, repetía, “mi vestido de chulapa nuevo“ una y otra vez.
No sabían cómo calmarla, cuando Anita sintió que rompía aguas, y le dijo a su marido “Felipe estoy de parto”, hay que avisar a mi madre y a la comadrona., así que abrazó a su hija Ana Mary y besándola le dijo bajito: “vas a tener una visita en casa hoy muy importante y te vas a poner el vestido de chulapa para recibirla, haremos un chocolate y merendaremos con ella, la abuela Concha vendrá y nos ayudará a prepararlo todo”.
La niña cambió de actitud y se calmó, sonrió a su mamá y fue corriendo a su habitación a buscar su vestido nuevo y, se le dijo a su madre que la ayudara a ponérselo para tan insigne visita.
Poco a poco en la casa se fue preparando todo para el alumbramiento. Llegaron la comadrona y la abuela y las contracciones indicaban que el parto estaba cerca.
Por la tarde, de repente se oyó llorar y Ana Mary se calmó y se puso a escuchar. Le preguntó a su padre que era eso y él no pudo por menos que echarse a reir, de alegría por el nacimiento de su nuevo hijo y por la expresión de Ana Mary.
Se acercaron a la habitación y más tarde cuando pudieron entrar, vieron por fin a mamá con un precioso bebe en brazos.
Su madre le dijo hija ven a saludar y abrazar a tu hermanita. Ella se puso muy contenta y tímidamente se acercó, despacio llegó a la cama y su madre le dijo sube no pasa nada, acércate y dale un beso. Tu hermanita me ha dicho que tú y solo tú vas a elegir su nombre.
La abuela seria dijo que la niña se debía de llamar Isidra en honor al Santo del día, y Ana Mary que no se había quitado su traje de chulapa, la miró y se escuchó muy bajito que decía, “no abuela, se llamará Conchita como tú si me haces el chocolate que me prometió mamá”.
Que lista y graciosa es esta niña dijo la abuela Concha, y se rieron mucho, de mil amores dijo su padre porque lo que nace del corazón tan sincero de una hermana queda unido para siempre.
Así fue como se eclipsó el caos y dolor de unos días tan duros que hicieron historia.
Poco después Felipe escribió a nueva hija la siguiente Romanza:
“Erase una princesita muy bonita,
Rubia como el sol de Mayo y Abril y gentil,
Primorosa y candorosa que envidia daba a las rosas de su florido jardín.
Su ilusión fue una flor del color del coral,
y un clavel floreció de tan rojo color que ella quiso cortar y el clavel, se murió.
Pobre princesita su ilusión perdió
Ya triste y marchita llora de pasión.”
Conchita, mi madre, no sabía lo que le iba a deparar ese día, ni el futuro, ni que iban a sufrir una Guerra Civil, ni una posguerra, ni una larga dictadura, ni que se iba a casar con su amado Fede ni que iba a tener 8 hijos, ni que su Fede iba a irse tan joven dejándolos a todos huérfanos, ni que al final todos esos recuerdos se iban a borrar por el Alzheimer que sufría.
A todas las mujeres de mi familia y de tantas familias, que han dado a luz a sus hermosos hijos e hijas en circunstancias terribles, a todas esas generaciones que han sufrido tantas batallas históricas que hoy parecen tan olvidadas pero que están tan cerca porque nos las han contado. A todas las historias de familia, yo no las olvido.
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