WIN_20151231_23_40_36_Pro1.jpg

Me he enterado que estás enferma tita y de pronto me invadió ese frío, cual afilado cuchillo, llegara como el rocío cada mañana permaneciendo hasta el final del día. Me acordé de tus años de tu juventud, de tu sonrisa, de tu pelo negro. Eras la cuarta generación de una familia como muchas otras, con madres exigentes y malhumoradas de tanto trabajar para ellos, los hombres de la casa. Siete hermanos varones y tú, la pequeña. Llegaste un día de invierno para unos padres que tenían la esperanza, al fin era niña. Sin darte cuenta te adaptaste a las tareas de la casa: poner la mesa, hacer las camas, ir a comprar a la tienda. Llegas a preguntarte ¿qué hacen los hombres cuando trabajan? y piensas que a ti también te gustaría trabajar. Ibas adelantada en el colegio y a tu tiempo. No sabías dónde te metías, tus padres dijeron no, que tu solo irías a primaria porque el estudiar era solo para chicos. Te rebelas y empiezas a leer los libros del abuelo y las revistas, te encantaban esas que venían por correo. Aprendes con el silencio que te envuelve de su indiferencia y no llegas a entender ¿en qué son diferentes a ti? Ellos, sin embargo, se encargan de dejarte claro que tú eres la que desentona porque te sales de las reglas. Creces envuelta en lazos de insensibilidad y desdén con la sensación de estar dentro de una jaula, pero tu mente era libre.

WIN_20151231_23_41_28_Pro.jpg

Sabías muy bien lo que querías. Continuaste trabajando y estudiando abriéndote caminos hacia la libertad, seguiste sola enfrentándote a todo y a todos. A pesar de eso, estaba escrito en tu piel como un estigma que evocaba tu cautiverio. Tu abnegación y humildad que te acompañaron durante tu infancia no te sirvieron, tenías miedo de amar y escogiste a maridos y amantes que no te satisficieron nunca y que renunciabas en la distancia. Así que dejaste a un lado a esos amores y seguiste con tu hijo al que le entregaste todo tu cariño. Nunca se te vio disfrutar tanto: crecer a su lado fue un regalo maravilloso. 

Ahora, has de hacer un alto en tu vida. Olvidaste a los que llegaron a llamarte loca, mujeres de tu misma familia torturadas por la envidia, justificando sus armas de mujer para mantener a sus maridos siempre a su vera. Abandonaste la humillación y los golpes para ser tú misma y vivir tu vida.

La enfermedad llegó sin avisar y te pilló desprevenida. Tú eres ahora el espejo, luchadora incorregible, donde todas nos reflejamos, y más importante: no estás sola en tu viaje.

 R.R. 28 diciembre 2015

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus