Tic Tac Tic Tac.

Estiro las sábanas para taparme mejor.

Tic Tac Tic Tac.

Sé que la casa ya está despierta porque oigo ruido en la cocina. Además ya entra la luz de la mañana a través de la ventana. Siempre dejamos un poco abierta la persiana por la noche. No me gusta mucho la oscuridad. Nunca me ha gustado. Por la noche acompañan mis sueños las luces de las farolas. Por el día no necesito de farolas ni almohadas para soñar.

Tic Tac Tic Tac

Espero un ratito más. Sé que María no tardará en venir a despertarme. Mientras, me estiro en la cama. Los pajaritos del salón están cantando. Me echan de menos, me lo han contado. Les gusta que vaya a hacerles compañía y les dé de comer. También les gusta que toque el piano. Entonces se quedan calladitos y me escuchan atentamente. La verdad es que toco muy bien el piano. Mis amigas siempre me lo dicen. Son unos pajaritos muy bonitos, de colores…

Tic Tac Tic Tac

Oigo pasos que se acercan y cierro los ojos. Quiero hacerme la dormida. María entra despacito en mi habitación y empieza a abrir la persiana. Protesto un poco y me hago la sorprendida. ¿Qué hora es? Venga, venga, arriba. Hace un día estupendo y tenemos muchas cosas que hacer.

María me ayuda a ponerme las zapatillas. Sigo haciéndome un poco la dormida, me encanta que me den cariñitos.

Después de desayunar, María me dice que me tengo que poner guapa, que van a venir a visitarme. Está muy contenta y yo me contagio de su alegría. Me peino y me pongo uno de mis mejores vestidos. Después, cuando María no mira, me pinto un poco los labios para estar más guapa. Creo que María se da cuenta, pero sonríe y me ayuda a pintarme los ojos también. Pareces una princesa, me dice. Yo me río. Qué ocurrencias tienes, María.


Estoy en el salón. Ha venido a visitarnos una señora bastante maleducada que no para de gritar. Suele venir varias tardes a la semana. Yo siempre soy amable con ella. Le sonrío y le escucho atentamente, aunque a veces no entiendo qué es lo que dice. Pero hoy me está poniendo nerviosa. María se da cuenta y le apaga. Gracias María, hoy estaba muy pesada.

Al cabo de un rato suena el timbre y oigo voces en la puerta de casa. ¿Quién es, María? Y como respuesta, asoma la cabeza mi amiga Minucha. Tiene una sonrisa mágica y enseguida viene corriendo y me planta un beso en la mejilla. ¡Qué bien que estés aquí!

Junto con ella vienen otras personas. Reconozco a una de ellas. Creo que es su prima, o algo así. Le saludo y le digo que está muy guapa. Es la verdad. Además, también viene un chico muy agradable, con unos ojos azules intensos que sonríen a la par que su boca. Yo creo que a la prima de mi amiga le gusta. Ya lo comentaré después con Minucha. Nos podemos pasar días hablando de chascarrillos.

En un momento dado de la visita, me piden que toque el piano. Yo me inflo como un pavo real, me siento en la silla y empiezo a deslizar los dedos sobre las teclas, como acariciándolas.

Un dos tres un dos tres.

Leo las partituras. Es realmente difícil, pero debo hacerlo bastante bien, porque al acabar todos me aplauden. Sonrío. Soy feliz.


Un poco más tarde, pero antes de comer, María y yo salimos a dar un paseo. Me ha dicho que tenemos que hacer un recado muy importante. Sin embargo, me lleva a un restaurante muy grande, y al entrar me dice ¡sorpresa!

Miro alrededor y reconozco a mis amigos. ¡Están todos! También hay más gente. Me suena su cara, pero no acabo de ubicarlos. Deben de ser primos segundos o terceros. ¡Qué sé yo! El caso es que todos me reciben con un aplauso y una sonrisa en la boca, y definitivamente me siento la reina del mundo. Venciendo la emoción consigo preguntarle a María que qué pasa. ¡Vamos a celebrar tu cumpleaños!

¿Mi cumpleaños? Cucharada de sopa ¿Cómo es posible? Otra cucharada de sopa ¡Pero si hoy no es mi cumpleaños! Más sopa ¿O sí? Un poco de pollo ¿Y dónde está mi tarta de chocolate entonces? Otro poco de pollo. ¡Un cumpleaños no es un cumpleaños sin su tarta y sus velas! María se ríe y me guiña un ojo mientras me obliga a comer otro poco más de pollo. ¡Contéstame!

De pronto todo el mundo se queda en silencio. Miro hacia los lados sorprendida. ¿Qué pasa?

Entonces empiezan a cosquillearme los dedos. Un camarero se acerca lentamente hacia mí. ¡Trae una tarta con velas! Alguien empieza a cantar “cumpleaños feliz” y todos le siguen. Hay mucha gente en el comedor y todos me cantan a mí. El corazón me late a mil por hora. ¡Gracias! Quiero soplar las velas. Quiero un poco de tarta. Quiero compartir mi tarta con todos ellos.

El camarero pone la tarta delante de mí. Le digo que muchas gracias. Me muero de ganas por apagar las velas, pero ante todo soy educada. Acto seguido cojo aire y fluuuuuu… ¡He apagado todas! Creo que María me ha ayudado un poco. Le he visto coger aire a la vez que yo, pero no se ha notado. Estoy segura.

Todos me aplauden. Mi amiga Minucha se acerca y me susurra al oído. Felicidades mamá. Un chico joven con una niña de la mano me abraza. Felicidades abuela. Felicidades bisabuela. Dios mío, la cola es inmensa y todos vienen a felicitarme.

Se vuelve a escuchar un lejano “cumpleaños feliz”, cantado a coro por unas 100 personas, mientras María me sirve un número 100 que adornaba hace un momento la tarta. Y eso es lo que soy: ¡FELIZ!

FIN

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