Típico pero no tu típico

Típico pero no tu típico

No será el relato típico de una familia que goza a cada instante de felicidad,  que goza de placeres económicos o de una convivencia muy social. Afortunadamente no es el caso, es algo más particular y posiblemente común.

Un grupo de personas que vivimos en una ruralidad urbanizada llamada San Miguel de los Jagüeyes. Con un status de clase media, y que en crisis sobrevivimos con huevos (revueltos, estrellados, a la mexicana o su combinación con otros productos básicos). 

 Un joven que busca sentar cabeza (lleva varios intentos pero no encuentra a la adecuada) y como el  hijo, el padre goza de un agraciado muy requerido; una joven fiestera que pasó por momentos pésimos pero sabe que el mañana es una nueva puerta. En fin, estos dos muchachos se conocieron por una confusión visual y podríamos decir que hubo un “¡boom hormonal!” y una cosa llevó a la otra (más citas, cosas de adultos, la transmisión de polen) y meses después vine al mundo.

Me encantaría decir que vine a favorecerles la vida a mis padres, pero no llegué en una época muy reconfortante. El trabajo de mi padre le obliga a estarse cambiando de lugar, pues pertenece a la Fuerza Armada de México, algo difícil para los hijos de militares. Pero bueno, nací en el estado de Guerrero, en no muy buenas condiciones (un cuartito que aparentaba ser un centro de salud) y una vivienda que también era un cuartito y teníamos como cama pedazos de cartón.

Me enfermé, casi muero pero estoy aquí así que me adelantaré unos años.

 Al año y medio de haber nacido cambiamos de vivienda, casi casi para quedarnos. Encontrando diferencias con lo que se había dejado. Estuvimos adaptándonos a la vida en el Estado de México, y yo adaptándome a vivir. Yo creo que una pareja joven al principio planea todo, pero en la vida llega haber cambios. Tal vez hayan planeado tener dos hijos, una mansión y un Ferrari, pero la expectativa se distorsiona con el paso de la realidad, y debo decir una realidad bien vivida. 

 Después de un par de años empecé mi carrera estudiantil en el jardín de niños. Apareció mi hermano Jonathan, años más tarde llegó Kevin y por último la consentida de papi y mami, Ana Karen.

Cuatro escuincles criados bajo la supervisión de dos adultos que tienen mucho por aprender.

 Francisca, mi madre, fue una niña que vivió mucho y eso lo podemos resumir en un silencio que es bordado por lágrimas.

Alberto, mi padre, un niño que también vivió mucho pero la dureza la calla para dejarla enterrada. Si mezclamos eso, da como producto una crianza con falta de ingredientes; y no lo digo por ser un adolescente con espíritu protestante y rebelde, sino porque me he valido para ser crítico de mi alrededor.

 ¿Cómo puede acabar una persona que se crió con golpes y gritos? La respuesta es sencilla, claro que terminaría metido en drogas, delincuencia o viviendo bajo un puente, curioso es que no sea mi destino ni el de mis hermanos.

Falta de palabras dulces, de apoyo, de comprensión y demás, carecieron en nuestra convivencia familiar.

No pude presumir con mis amigos que papá me enseñara a andar en bicicleta, que armáramos un modelo a escala, de ir a pescar, de correr juntos, de nada. En mi punto de vista no creo que haya influenciado el trabajo de mi padre. Recuerdan que dije que es no fácil ser hijo de militar (no lo dije con esa palabras) y es que para muchos no lo es. Estarse cambiando de vivienda cada año. Dejas mucho… amigos, un ligue tal vez, una casa del árbol, enemigos (infantes que no se caen bien por asuntos de niños). Pero en el caso de mi familia no nos hemos cambiado durante 14 años. Con mi papá es un asunto de su reservación personal el por qué no ha convivido muy bien con sus hijos; y en el caso de hacerlo, es difícil tratar con él. Un hombre terco, disciplinado, duro, pues no es divertido, aparte de aguantar insultos leves. Creo que es feo tener que vivir con una persona que no valora lo que eres. A mi papá le cuesta aceptarme como soy. No le gusta que escuche rap, que escriba, que use un arete en la oreja izquierda y mi manera de decir las cosas.

 Cuando mamá enoja, casi siempre alguien sale lastimado. Mamá es una persona que posee un carácter fuerte. Grita cuando alguien no le hace caso, se pierde algo, no encuentra las cosas donde las dejo o cualquier problema encerrado en la cotidianidad de un ama de casa. Los niños somos los afectados en casos así. Salir llorando es lo único que podríamos hacer. Un golpe y un insulto (típicos de las madres mexicanas), eran tus “buenos días” y “dulces sueños”.

Los abrazos, las caricias, los besos en la frente o en la mejilla,  consejos de vida, los modales, y demás muestras de cariño han carecido en esta familia, no muy distinta a las demás, porque si hay amor, si hay apoyo, si hay consejos, si están los requisitos para considerarse familia, aunque expresados de una manera diferente.

 Yo no he sido un “pan de Dios”, debo aclarar que en mis años de locura juvenil harte a mis padres. La “edad de la punzada”, berrinches tontos, mi forma de hablar, de ser y expresarme. He decidido cambiar para el bien de mis hermanos (ya que no solo son copias de los padres, también lo son de los hermanos mayores), el de mis padres y claro, el mío.

 Los niños con los que he crecido, peleado, discutido, jugado, y más actividades. Son mis hermanos, niños que ahora ven una manera distinta de vivir a la que tuve.

 Es importante la familia, para todos. Es el núcleo de formación. Y no necesariamente tienen que ser personas que compartan los mismos genes. 

¿Qué es lo típico en mí familia? Es lo que tu familia tiene.

Fin

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