Estamos entrando al invierno, para la fecha que es, está bastante áspero. De la ventana del comedor, veo pasar a Lola, con su crecida pancita. Trabaja como cuidadora de la casona de los Gonzáles Espechea, gente; que sabe tener campos, por la zona y empresas en Buenos Aires. En la confitería del pueblo, se habla que… el bebe de Lola, es de Camilo, el hijo de sus patrones.
Camilo, es un chico sencillo, muy querido en el pueblo, lo opuesto al resto de su familia, arreglan todo con plata y donativos, pero nada de mezclarse, con la gente del pueblo. Con Lola, crecieron desde chicos y aún de jóvenes, se los sabía ver juntos, cosa que no les gustaba a sus padres. ¡Es la cuidadora de la casona!
A Camilo, lo llevaron a Buenos Aires, a una escuela especializada; en preparar y adiestrar a sus alumnos, en distintas tareas del campo. Al tiempo volvió, y otra vez renació la vieja amistad. A Lola los jueves se la dejaba salir a la calle; (Como le gusta decir a sus patrones), era su día de descanso, momento éste, aprovechado por Camilo para pasear con ella por la costa del mar. Se divertían tirando los tachos de basura, del restaurante del club náutico, para luego salir corriendo y esconderse detrás de los médanos: Por supuesto, el padre de Camilo, era su presidente. Tiene una lancha, pero no la usa… le da miedo el mar, simplemente, es demostrar que tiene plata; y compra lo que quiere. Supe verlos en las noches de verano, bañarse en las aguas de la costa y emborracharse con la luz de luna y sus estrellas.
Era el romance del pueblo, que no se podía comentar, un secreto a voces, la ilusión de toda joven humilde, pero bien nacida. La frase fue lapidaria “El romance del príncipe y la mendiga”. Los padres de Camilo no tardaron en enterarse de esta historia. Lola fue despedida, deambuló por distintas casas, trabajando como cuidadora, a veces, por un plato de comida y un lugar para cobijar su creciente embarazo, desnudando las miserias, de todo pueblo chico, pero… que no se dice.
Las fiestas de fin de semana, eran el comentario del pueblo: Lo importante, era sacarle a Camilo, todo lo relacionado con Lola. Le presentaban la hija del tal o cual empresario de la zona o Buenos Aires… ¡Como diría la gente de campo!… ¡Hay que cuidar el pedrigue! Nada resultó, él ya no era el mismo, se sentía controlado, su mirada era triste, no tenía ganas de comer. Al tiempo, nos enteramos que sus padres, compraron una estancia, al sur de Córdoba y lo llevaron para que la cuide. Él no sabía, que el hijo que esperaba Lola… Era suyo.
Empecé a preparar la cena, tenía poca leña para la cocinar, estaba lloviendo, fui al galpón por leña seca, cuando volví, escuche un gemido, luego un silencio… es la lluvia sobre el techo. Cuando cerré el portón, volví a escucharlo nuevamente, me asusté, ¡Quien estará agazapado en la oscuridad! ¿Que hago. Fui a la casa, agarré la linterna y el revólver..¡Pasan tantas cosas! Encaré para el galpón, respiré hondo, abrí el portón, prendí la linterna y con el revólver en la mano… ¡Grité!; Si hay alguien que salga…! luego silencio, comencé a iluminar, los recovecos del lugar y apareció ella; temblorosa, sumisa como siempre, con sus ojitos reclamando ternura. ¿Qué pasa Lola?… Con la cabeza gacha y con algo de vergüenza, me llevó donde acopio algunos cueros. No podía creer lo que estaba viendo. Había tenido a su hijo, en medio de la nada. Yo, que había sido padre no daba crédito a la escena que estaba ante mis ojos, no podía hablar, solo atiné a abrazarla como a una hija más.
Afuera llovía, mucho viento y frío, me saqué la campera, arropé a su hijo y los tres nos fuimos para la casa. Metí más leña a la cocina, preparé un tazón de leche con pan, vaya a saber, cuanto hace que no come, el bebe; parecía bien; mientras me preguntaba… Por algo me quedé sin leña.
Pasaron siete meses, nos acomodamos, con los alimentos, las vacunas y todo lo que implica tener un recién nacido en casa, estaba muy feliz de tenerlos conmigo, yo lo bautice “Chocolate”. Algo me decía que: No todo estaba bien, Lola deprimida, yo lo atribuí, al periodo pos parto, pero no. ¡Era algo más!, y no me daba cuenta.
Se lo pasaba mirando la costa, otras veces gemía casi en silencio, para no preocuparme, como esperando ver a Camilo, caminando con otra por la playa. Como aquella vez que: Llegó de Buenos Aires con Minie, su ocasional compañera de aprendizaje en la escuela, según sus padres, la esposa ideal para Cami.
Así pasábamos los días en la “Mansión Punta Rieles”
Una noche…serían como las 22:00; Alguien toca la puerta, de una manera suave pero insistente. ¿Quien será? La abro, y para asombro de nosotros… ¡Era Camilo! Estaba flaco, traía la fatiga y el polvo del camino. Llegaron rumores, a la estancia de Córdoba, y se fijo una consigna. Encontrarse con el amor de su vida y su hijo. ¡Esa noche!, fue toda alegría, los cuatro, nos juramos, nunca más separarnos.
“Villa Linda”, en primavera es hermosa, los frutos en los árboles, las flores de los jardines, el reverdecer de los campos, y nosotros; paseando por la playa… con Lola, Camilo y Chocolate…Dos hermosos perros y su hijo.
Los veo corretear en la playa, tomo un mate, y pienso ¡Que tonto que somos!…En querer direccionar, el amor por conveniencia.
Estos dos perros, sin saber de códigos sociales que: dicen que debes hacer… me dejaron; una simple enseñanza de vida: El amor cuando fluye, no sabe de credos, razas ni condición sexual de cada uno de nosotros. Solo queremos amar, ser amados y felices…
Como Lola y Camilo…un amor sin barrera
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