Todo comenzó por esta foto que observo una y otra vez durante el vuelo. Eva duerme tranquila en su asiento. De vez en cuando cambia de posición porque el pequeño que lleva en su vientre no deja de moverse. Está ya de ocho meses. No quería hacer este viaje precisamente ahora y en Navidad, pero Eva dice que debo conocerla antes de que Mario llegue al mundo. ¿Cómo vamos a construir nuestro propio árbol genealógico si de repente desconozco mis raíces? Si mamá se hubiera llevado su secreto a la tumba, yo ahora simplemente la lloraría pero no sentiría este dolor en mi alma, este vacío tan enorme, estas ganas de gritarle al piloto: «De media vuelta que regresamos a España«.
-DIEZ MESES ANTES-
Entro a verla a la habitación. Tengo que ser muy fuerte para no derramar ninguna lágrima delante de ella. Aunque no se lo hemos dicho, supongo que lo intuye porque sus palabras suenan a despedida.
-Luis Pedro, hijo, debo confesarte algo. -Dice con lágrimas en los ojos.
-No te esfuerces en hablar, mamá, eso te hace daño.
-Hijo, es muy importante. Dame el bolso, por favor.
-Mamá, no hables. Tienes que descansar.
-Voy a tener mucho tiempo de descansar allá donde voy… Pero antes de irme tienes que saber una cosa.
Le paso su bolso porque no quiero que se ponga más nerviosa; parece ser que lo que me tiene que decir es muy importante y hasta que no lo haga no descansará. Saca una foto y me la enseña. Soy yo junto a una señora muy elegante.
-¿Para qué quiero yo esta foto, mamá? No te entiendo. No conozco a esta señora.
Mamá gira la foto para que pueda leer la dedicatoria. «Te amo mi rey, muy pronto estaremos juntos de nuevo». Firmado por una tal Guadalupe Guevara.
-¿Qué significa esto mamá? -Pregunto sin comprender nada.
-Ella… -Dice mamá llorando.- Ella es tu verdadera madre.
Me quedo paralizado viendo la foto. Esto es una broma, ¿no? ¿Mi madre?
-Imposible: tú eres mi madre.
-Ignacio y yo somos tus padres ante la ley pero… Lupita es tu verdadera madre.
-¡No! Mi madre eres tú y no quiero saber nada más de esta historia.
Tiro la foto sobre la cama. Mamá la recoge con mucho esfuerzo y muy serena, ya sin lágrimas, me cuenta una parte de la historia de mi vida que desconocía.
«Yo trabajaba en el teatro. Esa temporada actuaba una gran estrella internacional: Guadalupe Guevara, aunque todo el mundo la conocía por LA MEXICANA. Lupita era una muchacha muy joven, sin amigos ni familia que se preocuparan por ella. Nos hicimos grandes amigas. Una noche llegó llorando al teatro y me confesó que estaba embarazada. Ese sería el fin de su carrera. Para su desgracia, el padre de la criatura no quería saber nada de ella ni del bebé. Ignacio y yo prometimos que la ayudaríamos. Lupita al acabar la temporada se vino de vacaciones al pueblo. Allí naciste tú e hicimos creer a todo el mundo que el niño era nuestro. Lupita volvió a los escenarios y todo siguió su curso. Te quería muchísimo, aunque tú la conocías como la tita. Pero al poco de cumplir tus tres años, La mexicana se fue a conquistar América. Lloró tanto al separarse de ti… Supe por su representante que cayó en una gran depresión. Escribía regularmente y nos enviaba dinero. Tengo todas las cartas guardadas en el armario, dentro de una cajita de madera. Léelas Luis Pedro, es el único modo de que comprendas muchas cosas. Lupita quería regresar a por ti, quería llevarte a América. ¡Perdóname! Fuimos muy egoístas pero no queríamos que nos separara de ti, así que nos cambiamos de domicilio y nunca más supimos de ella. Sólo le pido a Dios que me perdone ya que a ella ya no le puedo pedir perdón por robarle a su hijo. ¡Perdóname, Luis Pedro, perdóname!».
-Mamá, no tengo nada que perdonarte. Has sido la mejor madre del mundo y siempre te voy a querer.
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Ésta es la dirección que me envió Kristine. Ya nada me separa de ella. Tengo miedo de lo que suceda a partir de ahora. Nos abre la puerta una joven morena que se parece bastante a mí. Es mi hermana: Kristine.
-¡Bienvenidos! -Dice con una sonrisa en los labios.
Durante meses no quise saber nada de la historia que me contó mi madre. Pero fue Eva quien insistió en que la buscara: «Yo voy a ser madre y no me quiero ni imaginar el dolor que debió sentir ella al perderte. Búscala, por lo menos que sea ella quien decida si quiere o no conocerte». Fue muy fácil localizarla, por lo visto Guadalupe Guevara era una artista muy conocida en su época. Ahora es más conocida por ser la viuda de un director musical: Richard Steward. Fue Eva quien se puso en contacto con mi hermana y nos han invitado a pasar las navidades en Nueva York para que nos conozcamos. Kristine me abraza. Es extraño porque para mí es absolutamente una desconocida y sin embargo llevamos la misma sangre.
-Pasar. Os está esperando. Está muy nerviosa; creía que jamás volvería a verte… Éste es su mejor regalo de navidad.
Kristine nos invita a pasar al comedor y ahí está ella; de pie junto a la chimenea. Lleva el pelo plateado, muy corto. De estatura normal y figura esbelta pese a su edad. Me mira y llora. Es incapaz de articular palabra pero abre sus brazos para que me acerque a ella y pueda estrecharme. Cuanto más cerca estoy de ella y veo esos ojos tan parecidos a los míos, los recuerdos como ráfagas llegan a mi memoria. Ella cantándome, ella acariciando mi pelo, ella besándome en la punta de la nariz,…
-Mamá…
Nos abrazamos y mi corazón la reconoce porque siempre ha estado en él, aunque no lo supiera.
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