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 —Tú que estás allá arriba Merino, dime si ves alguna luz a lo lejos.

—No veo nada.

—Fíjate bien en el horizonte, ¿seguro que no se divisa nada?

—Nada—respondió de nuevo.

La sombra de la oscuridad se expandía más allá de lo que sus ojos alcanzaban a ver. La luna, perezosa, apenas emanaba un pequeño reflejo sobre el agua del océano.

Al viejo hombre de mar, se le doblaron las piernas. Se esforzó en mantenerse en pie. Horas antes, fue él quien daba fortaleza a Merino para que no se derrumbara. Tan solo ellos dos, de los catorce pescadores que componían la tribulación, habían logrado atarse con fuerza al mástil, aferrándose a la vida, cuando una tormenta les sorprendió en plena mar; el viejo barco de pesca resistió la embestida de las olas de puro milagro. El motor, anegado, quedó inutilizado y navegaban sin rumbo a la espera de que algún otro barco navegara cerca de ellos y alcanzase a verlos.

Germán hablaba poco. Intentaba que Merino no se diera cuenta de su dolor de espalda. Horas antes el barco recibió una sacudida tan fuerte qué creyó que su tronco se partía en dos y estaba seguro de que su lesión era grave. A ratos el cuerpo le temblaba, tenía escalofríos, las piernas apenas las sentía y un sudor tan gélido como el hielo le revelaba el avance de la fiebre.

— ¿Te duele mucho?

Germán abrió los ojos de par en par ante la pregunta de Merino.

— ¿Tan evidente es?—respondió.

—Sí, —agregó Merino, con el rostro cabizbajo. Quería evitar que su buen amigo se percatase de la congoja que lo invadía.

Germán apretó los dientes intentando apaliar el dolor, cada vez más intenso.

—Solo necesito descansar, el calor es asfixiante—añadió.

—No veo que te lo impide viejo amigo. Descansa, yo permaneceré alerta por si diviso algún barco.

Germán cerró nuevamente los ojos pero no respondió. La luna, frente a ellos, parecía ensombrecer más el océano; la negrura de la noche era completa.

Pasaba el tiempo y Merino permanecía alerta sin perder de vista el horizonte, hasta que por fin, observó una diminuta luz en la lejanía.

—Creo que veo algo Germán. Allí a lo lejos—dijo señalando hacía el horizonte— ¡Germán! despierta, —gritó—. Te digo que veo algo.

Merino permaneció en silencio, observando la cara descolorida y cadavérica de Germán. Como un impulso que lleva al diablo, gritó:

—Me prometiste que nos salvaríamos, me lo prometiste—vociferaba a la vez que lo zarandeaba—lo prometiste, no puedes dejarme solo ¿entiendes? No puedes, tú no, tú no…

 —Si continuas moviéndome de esa forma, no podré hacer nada para evitarlo—respondió Germán casi sin aliento.

— ¡Por Dios, Germán! Me has dado un susto de muerte.

—Estoy mal amigo mío, no sé si lograré resistir.

—Aguanta, tienes que aguantar… en cuanto esa luz esté algo más cerca, lanzaré una señal de auxilio.

Germán intentó decir algo pero las palabras se ahogaron en su garganta. La cara del viejo marino, empapada en sudor, evidenciaba la fiebre que aumentaba por momentos.  El cielo empezó a despejarse. Las nubes parecían tener prisa por marcharse y las primeras estrellas comenzaban a deslumbrar.

—Resiste, ya están cerca.

—Tengo sed, —murmuró Germán con voz quebrada por el dolor—tengo sed, mucha sed, y sueño, mucho sueño.

—No, no te dejes vencer. Haz un último esfuerzo, ¿no la oyes? Es la sirena de un navío, que ha visto nuestra señal. Ya vienen Germán, ya vienen.

—Sí, ya lo veo, allí, allí está mi compadre—señaló Germán con el último aliento que le quedaba.

Merino permaneció en silencio unos minutos sollozando.

—Lo siento viejo amigo, lo siento. Te he fallado, pero te has ido como tú siempre quisiste: en tu querido barco… Y ahora, cumpliré la promesa que nos hicimos hace más de veinte años.

Lo introdujo dentro de un saco, metió varios objetos de hierro forjado para que lo llevasen directamente al fondo del océano, lo ató con fuerza y lo lanzó por la borda.

—Adiós, viejo amigo. Me ayudaste a ser un gran pescador y espero morir como tú: siendo un gran hombre.

Merino fue rescatado, pero jamás volvió a embarcarse; ni pudo olvidarse de su gran amigo Germán y su viejo barco de pesca: “El diablo”.

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