Un fuerte viento alerta mi instinto, presentía que el tiempo iba a empeorar por momentos.
Los golpes por el viento se metían en mi cabeza. Una y otra vez su chirriar y estampido contra la pared.
Me disponía a dormir cuando comenzó una fuerte lluvia sin tregua. Desistí. 
Comprobé que las puertas y ventanas estuviesen aseguradas.
Tenía un pálpito en el pecho. Me asustaban mucho los temporales y aquel no pintaba nada bien. De pronto, el ruido de truenos se apoderaron de mi calma. El miedo en su esplendor era mi único acompañante, hasta que sentí la repentina llegada.
Creía  que sería una horrible velada hasta que por fin todo mejoró. Bajo truenos y lluvia se produjo el alumbramiento de mi primogénita.
Ya era muy especial el momento pero más  lo fue al saber que era una niña pues sería  la quinta generación  de mujeres en nuestra familia.
Mi muñequilla, nacía  con una historia bajo su brazo, la quinta de una generación  de mujeres imperiosas. Su tatara abuela de 94 años, no podía  contener su emoción. 
Fue mujer trabajadora que emigraba allí  donde el trabajo estaba, tenía  ya tres hijos cuando su esposo tuvo que ir a la guerra civil. Los sacó adelante y a su regreso tuvieron tres hijos más y emigraron a Venezuela a por trabajo.
Su bisa abuela  de 69 años, también  pasó sus fatigas, ella emigró  a tierras africanas con su abuela de 45 años.
Ahora todas reunidas tras una vida de lucha que se olvida con la ternura del nacimiento de mi princesa nos convertimos en cinco generaciones de mujeres vivas y fuertes.
Mujeres que velarán  por darle una vida menos dura, pero que sea luchadora y valiente, que sepa que al miedo se le hace frente.
Yo de 25 años me uní  en ese momento a la aventura de ser madre y velar por ella. El miedo se transformó  en lágrimas  de emoción y las cinco nos fundimos en un mágico  abrazo que nunca se olvidará…

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