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“a Nono Eugenio”

Mi karting respondía al nombre de “MATCH 5”. Disponía de sensores automáticos que lo convertían en auto volador, o anfibio si la acción lo ameritaba. Podía disparar rayos ultrasónicos para detener a los malvados y surcar el espacio sideral a la velocidad de la luz porque estaba creado solamente para ganar. Match 5 llegó a mi cuarto una navidad del 72 y desde entonces fuimos amigos inseparables y conquistadores de miles de aventuras. Sus vidrios elevadizos eran anti balas y no había lluvia de asteroides que pudiera derribarlo.

Una tarde, al regresar de la escuela, encontré a Tío Horacio que pasó por casa con toda la intensión de llevarse a Match 5 a su taller de chapa y pintura. La propuesta era darle una mano restauradora, que por cierto estaba necesitando, y por qué no, aceitar las cadenas de los pedales. Quedaría radiante y el fin de semana estaría de nuevo en casa.
La idea me sorprendió favorablemente, pero las tardes eran demasiado largas sin Match 5. Así pasaron las horas, y los días acercaron el tan esperado fin de semana. Pero como llovía, se tuvo que postergar unos días más hasta que la pintura secase.
Fue un inolvidable fin de semana tan extenso como mis esperanzas y a la vez la desilusión. Extrañaba mucho a Match 5, y aunque podía jugar a otras cosas con mis amigos, tarde o temprano todo derivaba en la falta del bólido espacial.

Por la tarde llegaron los abuelos de visita, como siempre con un surtido de golosinas para toda la semana. No sé qué tenían que conversar con Papá, pero en un momento dado logré separar a Nono Eugenio y llevarlo al jardín para poder contarle mejor mi problema. ¿Quién sino iba a comprender en profundidad la importancia que tenía para mí la ausencia de Match 5?
Nono Eugenio comprendió inmediatamente que Match 5 había sido capturado por los androides espaciales, que estos le estaban absorbiendo todas las energías y que el karting podía perder todos sus poderes conforme transcurriera más tiempo.
_ “No queda mucho tiempo, debemos hacer algo pronto. No te preocupes, déjalo en mis manos a esos villanos. Mañana mismo tendrás noticias de tu Match 5. Lo prometo”.

Desconozco en qué condiciones se encontraba Match 5. Posiblemente en un rincón del taller de Tío Horacio, esperando ser pintado y acondicionado. Las realidades podían ser muchas. Relaciono que el Tío tendría comprometida la entrega de sus trabajos a los clientes de compañías de seguro y esto demoraba el turno de Match 5. Pudo ocurrir también que los colores de pintura que disponía en ese momento no eran los adecuados para un karting de una niña y la espera de una nueva compra de pinturas suspendió la promesa de Tío Horacio momentáneamente. Imagino que las inclemencias del tiempo no dejaban secar la pintura y por momentos veo a mi Nono con un secador de pelo apurando los trámites del famoso y tan requerido Match 5.

Finalmente y luego de dos o tres interminables días de espera suena el timbre de la escuela. Formamos filas y nos despedimos hasta mañana. En la puerta de la escuela  esperaban Nono Eugenio y Match 5, completamente renovado y en color beige.

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