Si, María Victoria Rodríguez de Alarcón. La penúltima de la fila. La rubia. No me la imaginaba esperando turno en un comedor social, pero claro, ella es así. No se habrá querido dejar ayudar por nadie. Ni por su ex marido, ni por amistades, ni por su familia, que la tiene y bien numerosa. Lo sé porque todos tienen cuenta en nuestra sucursal. De toda la vida.

Cada uno termina pagando sus errores.

Pues claro que está buenísima. Después de seis meses –no, ya son siete–, sigue sin cambiar.  Ropa barata demasiado lavada ya, pero nadie le ha quitado ese orgullo en el gesto. El mismo que mostró al entrar en mi despacho para solicitar renegociación de la hipoteca la primera vez.  Y la segunda. Y la tercera, la última, cuando me dijo con las manos apoyadas sobre mi mesa y a diez centímetros de mi cara que me olvidase del asunto y de ella para siempre.

Verse así es culpa suya.

No, no me da pena porque al encontrarme un caso como ese en una mujer así, me obligué a revisar de nuevo su petición, a verla de otra forma. Ya lo había hecho con otras en circunstancias similares. Tú lo sabes. Estaba dispuesto a aplazar lo suyo todo lo posible. Al fin y al cabo, si lo piensas, lo que nosotros prestamos es tiempo. Llegué a pensar que la tenía ya convencida. Por eso el resultado fue más drástico. Ni un céntimo.

Ella se lo buscó.

Si no hubiese aceptado la cena, ni la copa después, no me habría hecho ilusiones. Quizá tampoco ella. Conozco a montones de mujeres con muchas menos posibilidades de las que tiene, de las que luce queriendo o sin querer, que al final, un poco con tu negocio y un poco con el mío, consiguen salir adelante y a veces mejorando incluso su vida anterior.

Pero la vanidad no quita el hambre.

Y si lo piensas, ella no tenía mucho que perder porque no le quedaba nada. Ahí la tienes, no hay más que verla. Todos habríamos salido ganando. Vosotros dando prestigio a vuestro local con una mujer así, ella con ingresos suficientes para ir pagando sus deudas y yo satisfaciendo mis deseos de vez en cuando. Era la gran oportunidad para cambiar su vida, que quizá ya no hubiese sido suya del todo, no, pero ésta de ahora, mírala, va a ser más dura y más larga. Mucho más. María Victoria Rodríguez de Alarcón.

Está en verde. Vámonos. Date prisa.

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