NICANOR EL PINGÜINO EXPLORADOR
Había una vez una familia de pingüinos Adelia, que vivían en una isla de la Antártida.
Los padres cuidaban el nido turnándose en empollar los huevos y se ayudaban entre todos.
Allí nació Nicanor quien, apenas asomando su cabecita, se apresuraba por ver lo que había a su alrededor.
– ¡Es muy curioso!, dijo el papá. Cuando crezca irá a explorar el mundo y tendrá muchas aventuras.
-No te apresures, dijo la mamá. Él ya sabrá qué camino tomar.
En pocos días Nicanor quiso aventurarse fuera del nido.
– ¡Cuidado! Hay muchos peligros, le dijo la mamá.
Pero el pingüinito, miraba el horizonte y quería descubrir qué había más allá.
Una tarde, jugaban los pequeños pingüinos.
-Cuando sea mayor, dijo uno, -pescaré kril y alimentaré a mis hijos para que sean grandes y fuertes.
-Yo cuando sea grande, dijo una niña pingüino, -empollaré muchos huevos y tendré muchos bebés.
Nicanor escuchaba, pero no se interesaba.
– ¿Y tú qué harás cuando seas grande?, le preguntaron.
-Yo seré explorador, dijo Nicanor.
– ¿Explorador? ¿Para qué sirve eso?
-Un día, subiré a esa montaña, veré muchas islas y elegiré la mejor para nuestra nueva pingüinera, dijo Nicanor.
Todos los pingüinos se rieron de su ocurrencia.
Los pingüinitos se fueron a comer la merienda que le traían los padres.
La mamá de Nicanor le aconsejó que era mejor que se alimentara y creciera fuerte para protegerse de los depredadores que los acechaban.
El verano llegaba a su fin y los pingüinos se preparaban para partir.
Nicanor había crecido y observaba una rocosa cumbre deseando llegar a su cima.
– Escalar no es cosa de pingüinos, le dijo el padre… -Además ¿por qué subirías a una montaña?
– ¡Porqué está ahí!, respondió Nicanor -y porque quiero encontrar un lugar donde mi familia pueda vivir mejor.
– ¿En serio? ¡Qué loco! dijo con orgullo el padre.
Nicanor miraba la cima y sin pensarlo más, comenzó a subir la cuesta.
Las skúas, lo acechaban sobrevolando tras sus pasos, imaginando que pronto, tendrían comida.
Nicanor sintió un ruido y vio el tractor con orugas de los científicos que avanzaba hacia él.
Asustado corrió adelante del vehículo y trepó por la cuesta, llegando casi hasta la cima.
Se detuvo cansado, con los pies doloridos y una skúa se posó junto a él, amenazante.
Desde la playa, los pingüinos observaban y empezaron a gritar. Los gaviotines también gritaron enojados porque se habían acercado mucho a sus nidos.
Desde la cima, Nicanor halló la isla desierta que buscaba.
Ya sabía a dónde quería llegar. Ahora ¿cómo haría para bajar de la montaña?
Un petrel gigante que lo observaba le preguntó: – ¿Qué hace un pingüino Adelia por acá?
-Quería descubrir un lugar donde un día instalar nuestra nueva pingüinera…
– ¿Y lo has logrado?
– ¡Si! Pero ahora, no sé cómo bajar.
-Sube sobre mi espalda, dijo el petrel.
El pequeño pingüino saltó sobre el blando plumaje y mientras todos aplaudían, planeando a lomo del petrel gigante, aterrizó en la costa, como Nicanor… el pingüino explorador.
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