Si tuviese que hablar de ti… 

Me busco entre el silencio de tu asencia, a ver si me encuentro, si a caso se quedo el calzón o un resto de mi corazón. Escucho zumbidos, pisadas bajando el escalón. ¿Eres tú? azotando la puerta, dejando la llave abierta, inundado los castillos en el cielo, arrazando con los sueños, levantando marejadas, llenando de liquido mis huesos… Sin poder distinguir si lo salado de mis ojos era la mar queriendo allanar «nuestro hogar».

Me verás ser espuma, la espina y al mismo tiempo la rosa. Seré tu pararelo, en donde solo podrás mirar pero jamás tocar. Una bestia, lanzando llamas y esquivando dagas, la creación emocional de un ser imparable y poco convencional. 

Si tuviese que hablar de mí… 

Me quedo con los demonios en la cabeza y con el pecho ardiendo. Me verás beber del vino y al mismo tiempo ser el pan de Dios. Abnegada de mi realidad, intentado encontrar las vías de escape. ¡Sal ya de mi cabeza! como una bomba de tiempo a punto de estallar. 

¿Sino puedo conmigo como podría contigo?. 

Uno 

a

la

vez

¿a caso no me ves?

estoy muriendo.

Si tuviese que hablar de nosotros

Te di parte de mi costilla, mi sangre y te entregue toda la fe que tenía, mientras al mismo tiempo veías como poco a poco me pudría, el espectáculo de la vida humana; Estaba putrefacta, gusanos salían por mis poros, la tierra en su momento se sentía tan acogedora. Me regalabas flores todos los días, y decías que era hermosa. Te daba placer romperme la espalda por las noches, y no mantener la mirada mientras arracabas cada petalo de mi intimidad.

Egocentrismo.

Te encontrabas en un abismo en donde solo pensabas en saltar,

me empujaste a mí sin pensar:

Que la autodestrución

es el nacimiento 

de algo nuevo. 

Quédate con las llaves, la casa,

quédate con la cama y las fotografias.

Quédate ardiendo en llamas

mientras te pasas toda la vida pensando en que hubiese pasado si no me hubieses lanzado.

Quédate ardiendo, 

mientras yo, 

me curo las heridas con sal

convirtiendome en espuma de mar

la misma que azotara con fuerza tu ventanal.

Quédate ardiendo 

mientras renazco una y otra vez en las flores que cortaste

pero no arrancaste. 

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