Torcuato
La familia de mi madre era de origen italiano. Como muchas otras inmigrantes, llegó a Argentina en busca de un mejor futuro. Se componía de mis abuelos, cuatro hijos (dos mujeres y dos varones), y siete nietos nacidos de tres de ellos.
Cuando mis abuelos murieron, el referente masculino familiar fue un varón. El mayor de los cuatro. El tío Torcuato. Un personaje particular. Había llegado de Italia a Buenos Aires tiempo después que el resto. Era un trotamundos. Un hombre sin compromiso. Un solterón sin más familia que la de sus hermanos y nosotros sus sobrinos. Aunque había estudiado Antropología, poco y nada la ejercía. Decía que no se llevaba bien con los huesos pelados. Los prefería carnosos y si era posible en una parrilla para comerlos asados. Tenía un buen sentido de humor negro que lejos de oscurecerlo, lo hacía atractivo. Llevaba consigo una bitácora de vida ¡más que sabrosa! El cabalgar por distintas culturas la hacía abultada. Casi mágica. En su último viaje a China ayudado por el destino que lo puso en el lugar y momento indicados (1974), visitando la ciudad de Xian fue testigo de un descubrimiento. Experiencia que, como acostumbraba, luego nos la contaría a modo de fábula. Era común que de cada uno de sus viajes, el tío nos trajera un presente alusivo inventando una historia, mitad real y mitad fantasía.
La costumbre era un ritual: «Los domingos después del almuerzo, el tío Torcuato nos narraba el relato del viaje. Todo sonaba misterioso, divertido e inolvidable en su vozarrón».
¡Increíbles los cuentos que nuestros mayores nos regalaron de niños!
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Soldados
— ¡Tíooo, por favor!, ¡cuéntanos algo sobre estos soldados que nos trajiste de China!— gritamos cuando el almuerzo terminó.
—¡Ok sobrinos! Presten atención porque esos muñequitos que les traje, están guardados en un Mausoleo que esconde un gran misterio! — dijo mientras se sentaba a nuestro lado.
— ¡Somos todo oídos tío! — chillamos.
«En cierta ciudad China, un joven lugareño llamado Chung, partió desde su humilde choza cargando su pala. Como cada amanecer se dirigió hacia su trabajo. Junto a otros labradores cavaban la tierra seca haciendo pozos para el riego agrícola. Entre rezongos por el calor cumplían su tarea.
¡De repente!, alguien gritó:
—¡Amigos! ¡Vengan pronto y miren lo que encontré!
El resto se acercó, y asombrados vieron entre la tierra removida, trozos de cabezas, brazos y piernas.
— Y ahora… qué hacemos?— preguntó uno.
— Pongámoslos en la carreta y vamos a la gobernación — dijo Chung.
Presurosos, cargaron todo los trozos de miembros y partieron.
El que los recibió se dio cuenta que estaba ante algo antiguo, pero no le dio la importancia que
tendría después. Despidió a los muchacho con unos yenes.Se lo comunicó a su superior. Comenzaron las excavaciones.
¡Sorpresa!
Cuando llegaron a los restos, descubrieron que éstos,eran cuerpos enteros de hombres, caballos, carros y armas de un enorme ejército de solados de terracota en tamaño real…».
Así surgió la Leyenda, de los «Guerreros de Terracota » — aclaró.
— ¿Y qué pasó después tio?…,¡no te detengas! — pedimos ansiosos.
—¡Denme unos minutos chicos! Enciendo el tabaco y sigo — dijo envuelto en humo.
Vida eterna
«La leyenda dice que hace miles de años, existió en China un hombre de la realeza muy delirante.
A tanto llegaba su locura que para autoproclamarse 1er emperador, hizo desaparecer todo rastro de los anteriores, quemando libros y matando a los intelectuales, posibles testigos de su masacre. Sólo dejó vivos a; un arquitecto; un artesano; y un alquimista. Todos expertos en lo suyo. Durante 40 años se la pasó buscando la vida eterna. Adulando a los dioses para poder cumplir su sueño de ser enterrado como un nuevo dios. Creyendo que lo lograría, hizo que su arquitecto construyera un enorme Mausoleo rodeado de grandes fosas.
Quería enterrarse el día de su muerte junto a un gran ejército que lo custodiase en la nueva vida. El artesano se encargó de esculpir en terracota los 8.000 soldados del ejército.
700.000 trabajadores dieron vida a cada estatua de 1.80 mts de altura. Esta obra se conocería como: «LOS GUERREROS DE TERRACOTA». Cada guerrero era distinto. Además, portaban armas, caballos y carros».
Creencias
Los antiguos chinos veían la muerte como una continuación de la vida. Este emperador, quiso llevarse también su ejército para que lo cuidase. Estaba tan obsesionado con la inmortalidad, que durante años, envío a hombres en busca del elixir de la vida eterna por los lugares más peligroso junto al alquimista. Mientras tanto, consumía pastillas de mercurio y jugos que su alquimista le preparaba para lograr la eternidad, algo que al final lo mató sin poder navegar hacia las Islas inmortales.
Misterio
— Pero tío… ¿qué pasó al final con su Mausoleo…? ¿Fue abierto?— preguntamos muy intrigados.
— No se sabe todavía. La leyenda dice que habían llenado el lugar de ballestas y lagos de mercurio. Las ballestas se dispararían automáticamente matando a cualquier intruso y los lagos se los tragarían. —Y continuó:
«Entusiasmados por el hallazgo, Chung y sus compañeros se convirtieron en parte de los restauradores de los GUERREROS DE TERRACOTA. Pero…, como todo joven, audaz y ambicioso, una noche, luego de venir cavando a escondidas un túnel secreto, Chung con sus amigos entraron a la tumba mientras el pasadizo se derrumbaba. Nunca volvieron a saber de ellos…Nadie más accedió al Mausoleo. El imperio de juguete del emperador delirante quedaba a salvo».
Viaje de primos
Cuando los primos fuimos grandes y habiendo muerto el tío Torcuato, decidimos conocer lugares de los cuentos que más nos asombraron. Elegimos primero la ciudad de Xian.
Arribamos muy tarde, cuando el sol se ocultaba. Nos alojamos cerca del Mausoleo. Al llegar la medianoche, unos ruidos raros nos sobresaltaron. Casi no dormimos, pero ninguno se levantó. Al día siguiente le preguntamos al conserje que habían sido esos ruidos de animales, espadas y voces de mando. Sin inmutarse respondió: «¡no se asusten!, esos ruidos son producidos por caballos, hombres y carros de la guardia imperial de los GUERREROS DE TERRACOTA…».
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