En su tramo final ella se había sentido engañada por todos a lo largo de la vida hasta que cayó en sus manos el libro. 

Sí, entonces comprendió que lo verdaderamente importante era VIVIR “Lo que queda del día”.

Al pasar la última hoja del libro volvió a la realidad. Se quedó pensando en la manera de tejer con su urdimbre y trama mentales la frase: “Lo que queda del día”. El propósito era no olvidarla nunca.

Se preguntaba por qué a su avanzada edad empezaba a ver un poco de luz en su vida o ¿era otra clase de luz? Más limpia. Más auténtica. Sin los engañosos brillos que antes la habían deslumbrado. Y el por qué no aprendió que otra manera de vivir era posible cuando todavía tenía energía para sobrellevar lo que la vida le ofreciera. Miedo, eso era, por miedo. Entonces no sabía que había segundas y terceras oportunidades para practicar todas veces que hiciera falta la sinfonía del tiempo que la envolvía y conseguir lo que tanto anhelaba.

¿Le quedaría tiempo para seguir ensayando? Una y otra vez lo haría. Tantas veces como fuera necesario. Intentaría VIVIR

Ella no había tenido nunca el “DON” de la paciencia hasta ahora. Había sido demasiado pasional toda su vida. ¿Dónde estaban sus impulsos? Los había dejado por que comprendió, en su día a día, que eran más los inconvenientes que le reportaban que las ventajas ¿Había valido la pena?

Ahora sí se entrenaba una y otra vez para “repensar” sus palabras, actos y sobretodo trataba que sus emociones fueran dominadas en parte dando una vuelta de tuerca a sus pensamientos, escuchando música o emplearse en acciones mecánicas repetitivas que tuviera que prestar atención. Había sabido construirse una coraza para protegerse de las cosas que no le gustaban. Ella sabía que en su interior había “algo” que era suyo, una parte valiosa que le imprimía su forma de ser. 

De niña el tremendo disgusto que tuvo cuando los Reyes no eran los Reyes, ni Los ratones Pérez eran ratones. No, tampoco había cocos que venían a llevársela. Las tomaduras de pelo de los mayores solo para reírse ¡Cómo la torturaban y odiaba los cuchicheos a su espalda en los que la tildaban de “rarita”!. Cuánta humillación gratuita.

Su suerte fue escaparse a través de los libros con voraz apetito lector. Ellos le enseñaron lo que tenía que haber aprendido en las diferentes etapas de su camino. Cuando vivía en la casa de sus padres leía bajo las sábanas con  linterna para que no se quejaran del gasto de  luz. Siempre con  libros en su mochila. Toda su vida la acompañaban y hacían feliz.

Primeros cursos escolares: aprender vocales y consonantes. Sumar, restar… Las tablas de multiplicar. Cuarto del carbón. Y aprender a obedecer. Eso era lo que exigían los mayores: obedecer a la primera sin rechistar. En la escuela nacional inculcaban a los alumnos: el amor a la patria, la historia de los vencedores, el miedo al infierno. Aprender de memoria listas de los emperadores romanos, visigodos, etc. Los ríos, montañas, comarcas. Si se equivocaban copiar y volver a copiar. Aquellas traducciones de latín. Las declinaciones. “Sum, es, esse ,fui” La Literatura. Las fórmulas químicas, etc. ¡Quietos todos! “No quiero oír ni el aleteo de una mosca” profería el maestro cuando entraba en clase o pasaba entre  pupitres. Era “prepararse para la vida”.

Los primeros veranos infantiles que empezaron con  escapadas, su primera amiga y ella, por los límites del pueblo. Se hacían sus preguntas: ¿Cómo se hacen los niños? ¿Por que las “viejas” van de negro? ¿Por qué los hombres van a la taberna y las mujeres no? ¿Por que no se hunden los barcos? Eran las que no les contestaban en casa y las que no se atrevían a preguntar por  miedo de no saber si  les responderían con un bofetón.

Primeras correrías con chicos. Que arte tenía “el gitano” para hechizar con aquellos ojos verdes. Experto en cautivar con palabras ¡con que gracia les llenaba los oídos! Y hasta allí llegaban las madres, de improviso, saliendo por una esquina llamándolas para que “no se perdieran”. 

Veranos adolescentes. Fiestas Mayores. Aquellas primeras reuniones donde aprendió a fumar, beber y “romper los esquemas establecidos”. Su forma de ser no consistía en hacer lo que se había hecho siempre, pero se contenía todo lo que podía en “matar” a su YO interior. Si quería sobrevivir y prosperar tenía que saber ocultar esa parte de si misma, separarla y hacerla inaccesible para los demás. Sí “aprendió sobre la marcha el arte de obedecer a su manera” se aplicó a ser experta en esquivar golpes invisibles.

Tenía muchos pájaros en la cabeza. Quería su cuento de hadas.

Primer trabajo. Empezó a tratar a personas diferentes y diferentes maneras de actuar. Su trabajo en la gran ciudad. Callar, obedecer al patrón y mucho cuidado si no se mostraba servil que ya se veía en la calle buscando otro trabajo. Encontrarse con ámbitos sociales diferentes. Gente rica que miraba por encima del hombro a los de a pie. Gente astuta que te buscaba para liarte. Gentes….

Y llegó Cupido y el amor para toda la vida. Ser felices y comer perdices.

Se olvidó de vivir:  y así pasaron 40 años.

Ahora iba encontrándose y afortunadamente cayó en sus manos el libro. Quizás ella ya estaba con el abono adecuado para que aquel pensamiento tejido germinara en su alma. Y se centrara en “ver y sentir” la vida disolviéndose en cada segundo que pasa como si un muro alto cayera poco a poco y penetrara la clara luz que cada día se nos regala. Y VIVIR

Discografía:

– Audio 1: «Resistiré». Álbum: En Forma. Dúo Dinámico. Sony, 1988.

– Audio 2: » The sounds of Silence». Álbum: Sounds of Silence. Simon and Garfunkel. Columbia 1964.

– Audio 3: «Me olvidé de vivir». Álbum: Emociones. Julio Iglesias. Columbia 1978.

-Audio 4: «Allegro». Álbum: Mozart Divertimento nº 17 in D major KV 334. Herbert von Karajan 1987.

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