SONAMBULAS

Una noche, alrededor de las dos de la madrugada, sonó el timbre de casa. Yo estaba soñando con mi hermana cuando me despertó. Ella tenía ocho años, yo diez.

En el sueño la había mandado a comprarme unos paquetes de figuritas que coleccionaba por esos días. El hecho es que en los kioscos del barrio no tenían, y para conseguirlas, ella debía ir hasta la Avenida Rivadavia que quedaba a unas veinte cuadras, cruzando la plaza y las vías del tren. A Mirta, mi hermana, la acompañaba Sandy, nuestra perra. Las dos iban jugando con un tronquito del árbol de la vereda de nuestra casa. Una lo arrojaba y la otra corría y se lo traía. así recorrieron rodo el camino. Después de pasar, sin éxito por varios kioscos de la avenida, recién consiguió comprar cinco paquetes en una pequeña librería que estaba pegada a la estación del tren, cuando ya comenzaban la vuelta. Al salir del negocio Sandy no estaba esperando a mi hermana. Mirta aguarda a que pase el tren suponiendo que la perra ya habría cruzado y la encontraría del otro lado de la vía, pero no fue así. la buscó, la llamó a lo largo de todo el camino de regreso pero la perra no apareció.

Cuando despierto con el timbre de la madrugada escucho desde mi cama que un vecino le dice a papá que había encontrado a mi hermana a la vuelta de la esquina, la reconoció de inmediato y advirtió que estaba muy confundida y, no dudó en traerla entendiendo que estaba sonámbula. Escuché el llanto de mi hermana y las palabras tranquilizadoras de papá y mamá, que también se había levantado. La acostaron y Mirta siguió durmiendo. Yo también.

Por la mañana al despertar veo sobre mi cama los cinco paquetes de figuritas. A Sandy no volví a verla.