Tienes un correo, masculló el ordenador. Salomé desvió la mirada y leyó el encabezado: !!!SORPRESA!!! El remitente: Mónica. «Hola cariño, no lo vas a creer, pero logré conseguir dos semanas de vacaciones, así que quise darte la sorpresa y avisarte que cruzaré el charco la semana próxima y por fin podremos estar juntas. A la espera de tus indicaciones. Tu Mónica, Besos».

Salomé dio un trago a su humeante taza de café. Hacía un año que inició su aventura virtual. Todo empezó como un juego, sin querer, pero queriendo. Bastó su inscripción en un blog de discusión literaria para encontrar, a parte de una mina de inspiración, un reto de complicidad. Mónica se convirtió primero en su álter ego, en su dulce e inteligente adversaria en las discusiones virtuales sobre literatura. Pero, poco a poco, a través de sus intercambios electrónicos fueron descubriéndose. Empatía, química, sentido del humor, fantasías.Una cosa llevó a la otra y pronto ese juego virtual se transformó en una aventura en el laberinto cibernético, en una relación hipertextual.

» Bien dicen que la curiosidad mató al gato», pensó Salomé mientras sorbía otro trago de café. Ahora, ese juego magnífico, ese excitante duelo, ese reconfortante foro íntimo ciberespacial, que tanto le llenaba, estaba a punto de venirse a bajo, sepultado por el inevitable afán de Mónica.

«Si todo iba tan bien», pensó, así a más de nueve mil kilómetros de distancia. En un tablero global donde una ficha juega en la Vieja Europa y la otra en el Nuevo Mundo.

Salomé dio un trago más a su café y sonrió ante la llegada de un pequeño de no más de un metro de estatura. Éste, en pijama preguntó: «Mami, a mi calcetín le sobra este hilito. ?Me lo compones?

-Claro mi amor -contestó Salomé y cogió un raído calcetín azul. Creo que si usamos las tijeras no se dañará -añadió, al hacer un intento por levantarse de la silla frente a la laptop.

Sin embargo, se detuvo. Miró por un instante la pantalla del aparato, luego agarró el hilo que colgaba de la prenda y tiró con fuerza. «A grandes males, grandes remedios», dijo en voz alta.

El pequeño sonrió.

-Mami se me olvidaba, que dice papi que ya está el desayuno.

-Si mi amor, dile que enseguida voy.

Salomé besó a su hijo y dejó que se alejara, luego retomó su postura frente al portátil. Sus dedos volaron sobre las teclas.

«Querida Mónica, es verdad que es una sorpresa y en verdad me hubiera gustado vivirla, pero ya sabes, el hubiera no existe. La Salomé que te imaginas, es apenas una caricatura que no vale la pena descubrir. Te deseo lo mejor».

Salomé terminó su café, ya estaba frío, luego hizo click en el botón de envío.

Jocke, Madrid,28 de marzo del 2014.

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