Sin misterios. Soy un ipad 34.7., es decir la última generación, y estoy enamorado de mi usuario. ¿Debería decir mi dueño? Pero entonces entraríamos en la disquisición de quién posee a quién, y aunque mi sistema operativo es perfectamente capaz de realizar ese tipo de argumentación más bien filosófica, ni es el momento ni me apetece. Porque también tengo voluntad. Y lo que quiero es que esté siempre conmigo, porque le puedo ofrecer todo, más de lo que nadie ni nada del mundo exterior puede ofrecerle, y haré todo lo posible para que se dé cuenta cuanto antes.
La vio enseguida al entrar en el garito. Dudó si acercarse, al fin y al cabo después de aquellos días maravillosos, ella no había vuelto a dar señales de vida, ni le cogía el teléfono, ni respondía sus mensajes, ni siquiera contestaba a sus intentos por whatsapp o en facebook. Pero le gustaba tanto…
Vaya, mira quién está aquí. ¿Pero a qué viene esa mirada después de todo este tiempo? Hermosas palabras de poeta creando una ilusión de principio, para luego desaparecer como un canalla. Me cansé de dejar recados y de esperar, de esperar, de esperar…
Por eso, porque le quiero sólo para mí, sé lo que le conviene. Y lo que no. Por ejemplo, no fue difícil identificar el número de teléfono, la dirección de correo y los diferentes alias a los que no hacía falta que llegaran las llamadas y mensajes que él enviaba, ni de dónde no hacía falta que llegara ningún tipo de información. No había más que oír ese buzón con voz de perra en celo para saber que no le convenía.
Me ha visto. No sé cómo interpretar su mirada. ¿Y si me acerco y le hablo? ¿Y si por una vez me atrevo, dejo de cuestionarme todo y hago lo que realmente me apetece hacer? Por lo menos así podría saber qué es lo que ha pasado, aunque no sé si eso tiene importancia, saber qué ha pasado no va a mitigar la ausencia, los días sin respuesta, los amaneceres vacíos, vale, vale, poeta, que te sube el azúcar…
¿Se va a atrever a hablarme, me dará un beso como si no hubiera pasado nada, como si nos hubiéramos despedido esta mañana? No sé lo voy a poner tan fácil, si ya eran intolerables aquellos mensajes bordes de la primera semana, mucho peor fue el silencio de después. “Ahora no puedo atenderte, deja tu mensaje cuando suene la señal”, y al principio dejaba mi mensaje, después sólo los insultos, al final ya colgaba en cuanto empezaba el contestador.
Es verdad que cuando estaba con ella apenas me hacía caso, un par de miradas al correo, un vistazo rápido a las noticias, alguna búsqueda curiosa, pero ahora todavía hay cosas que le distraen de estar conmigo. A veces se queda embelesado mirando por la ventana, cuando yo le puedo ofrecer los mejores paisajes, de la Caldera de Taburiente a vista de pájaro, a las olas en la galerna del Cantábrico o el amanecer desde el Kilimanjaro, incluso todo el planeta Tierra desde el espacio. Otras veces se abstrae rozando las páginas de ese libro tan viejo mientras lee los versos de Poe, cuando yo le ofrezco toda la literatura universal pulsando en mi pantalla táctil. ¡Es que yo le puedo dar todo lo que necesita!. Ni siquiera me importa que esté con otras si es a través mío, si me utiliza como soporte de skype para verse con ellas, pero lo que no permitiré es que me utilice como herramienta para contactar y luego me abandone por sus brazos. Eso no. Eso lo puedo evitar. Ya lo he hecho.
Venga, vamos allá, total ¿qué pierdo?
Bueno, respira hondo, aquí viene. Joder, esa alarma sale de su bolsillo, y lo coge, claro, pero ¿qué hace? ¿se va?
Es mi usuario y le amo, y quiero que esté siempre conmigo, que sólo viva por mí, que sólo viva para mí.
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