EL ANZUELO Y OTROS CUENTOS

EL ANZUELO Y OTROS CUENTOS

ANA LOPEZ AGUILAR

22/03/2014

La mañana en que perdí el contacto con el Planeta Tierra, el sol, como siempre, despuntó por el Este. Salí temprano a pasear por el malecón que bordea la playa junto a Dam, mi cachorro de labrador. Desayuné sin prisas, con el sol de cara, en una de las terrazas de la bahía. Leí el periódico sin ser consciente de que un acto tan cotidiano como aquel, no lo volvería a realizar en el resto de mi vida. Al fondo, la fina línea infinita que separa el mar del cielo permanecía inalterable. Aquel era un día especial, el número diecisiete y último de mis vacaciones. Regresé a casa cerca de las diez y diez de la mañana. Comprobé que el contestador automático no registraba llamadas. Repuse el agua del bol de Dam y llené su comedero de pienso. Encendí el ordenador y me dispuse a chequear las cuentas de correo, rastrear nuevos certámenes literarios y revisar algunos de los anuncios de venta por Internet que tenía colgados en una página de objetos de segunda mano. Nada más abrir mi dirección de correo, le hallé de nuevo. Escueto, educado y cordial como en las dos ocasiones anteriores. En el mail que recibí en esta ocasión, el asunto llevaba por título Relato. Fue enviado el día 4 de Enero de 2013. Y su hora exacta de envío, las 00:32:15. Decía así:

Hola! En archivo adjunto te envío un relato corto:”Los Jinetes”.

Espero que te guste.<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

Muchas gracias

Orlando.

El formato del mismo era pdf, con una capacidad de 13,2KB, lo correspondiente a tres páginas y el tema del escrito era la ficción. Curiosamente, en esta tercera ocasión también dejó sin respuesta la cuestión que tan desconcertada me tenía desde su primer contacto: ¿dónde has conseguido mi cuenta de correo electrónico? Descargué el archivo adjunto y leí admirada el relato. Poseía una calidad indiscutible. Por un instante pensé en responderle con unas escuetas líneas a modo de agradecimiento y nada más. Después recordé el peculiar cruce de mensajes que habíamos mantenido desde finales de noviembre, cuando hallé en mi bandeja de entrada un remitente desconocido. Como la referencia era literaria, suscitó mi curiosidad, así que lo abrí. El asunto llevaba por título Cuento corto, fue enviado el día 23 de Noviembre de <?xml:namespace prefix = st1 ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags» />2012, a las 23:29:21. Decía así:

Hola! Te envío en archivo adjunto un cuento corto titulado: “Recuerdos”

Espero que te guste

Un abrazo

Orlando.

Enlace http://orlandodosaguas.blogspot.com

El formato del mismo era pdf, con una capacidad de 58.7KB, lo correspondiente a nueve páginas y como tema de nuevo la ficción. Un link permitía el acceso a una página web donde en letra cursiva destacaba con colores llamativos la dirección de su blog. Fue lo único que me pudo dar una pista sobre su identidad. Accedí al blog y descubrí que se trataba de un joven escritor latinoamericano que cosechaba en su haber un amplio elenco de premios literarios de diverso género: prosa, verso y sobre todo microrrelato. Consideré entonces que aquello había sido un error casual, quizá la dirección de correo a la que iba dirigido tenía alguna similitud con la mía y de rebote entró en mi bandeja. Seis horas más tarde le respondí:

Hola, Orlando

Acabo de chequear el correo y he visto que me has enviado un cuento. Creo que no nos conocemos, o al menos mi memoria no te tiene registrado. Si estoy equivocada, sácame de la duda.

Un saludo.

Los días se fueron sucediendo con su ritmo habitual: trabajo, escritura, certámenes… No fue hasta veinticinco días después que de nuevo encontré en mi bandeja de entrada otro mensaje suyo.

 El asunto llevaba por título ReenvíoCuento corto. Fechado el 18 de Diciembre de 2012. El envío marcaba como hora de salida las 20:15:52. Exponía:

Hola Claudia

Perdona la molestia, no fue la intención. Te tengo entre mis contactos (no recuerdo de donde, perdón!) y solo quería compartir un cuento.

Saludos y gracias.

Orlando.

Intenté hacer memoria. Jamás había dado aquella dirección a nadie. La creé solo para remitir mis creaciones a certámenes y mantener contacto con las editoriales. Simultáneamente, sentí una mezcla de incertidumbre y orgullo. Pensé que si de algún modo aquel escritor me tenía registrada entre sus contactos es que alguien le habría hablado bien de mí. Minutos más tarde le  contesté:

Buenas noches, Orlando.

No hay nada que perdonar, al contrario, ha sido un enorme placer recibir el mail y leer tu cuento. En un primer momento creí haberlo recibido por error. Me alegra que no haya sido así. También yo escribo cuento y relato corto. “Te debo uno”.

Gracias.

Un saludo.

Claudia.

Pasaron los días. Llegó la Navidad. Viajé a visitar a la familia y olvidé por completo mi promesa. Ante el último mensaje abierto, un repentino sentimiento de culpa me llevó a buscar entre mis últimos escritos. Seleccioné uno de temática fantástica también. Lo transformé en pdf y lo adjunté de forma rápida en la ventana abierta. Tras agradecerle su estupendo cuento “Los jinetes” y despedirme, pulsé el botón de envío. Dam entró en el cuarto y ladró con fuerza frente a la torre del ordenador. Decidí entonces desconectarlo y atender la insistente llamada de Dam. Apagué el botón de la regleta eléctrica que mantiene el PC conectado a la corriente cuando vi, que una potente luz azul era proyectada en la pared desde la entrada al puerto USB. Me arrodillé para mirar con detenimiento aquel fenómeno imposible. La corriente eléctrica había dejado de abastecer al sistema unos instantes antes, permanecía apagada, era inconcebible que esa luz se proyectara sin fluido eléctrico alimentando la red. No tuve tiempo de ponerme en pie. El haz de luz azul rodeó primero mi cuello a modo de corbata y posteriormente el resto de mi cuerpo estrujándome con tal fuerza que logró desintegrarme. Fui absorbida hacia el interior del equipo por el extraño fluido luminoso. De repente, me encontré inmersa en la ingravidez de un espacio sin límites, poblado únicamente por interminables filas de compartimentos estanco donde se ubican un incalculable número de computadores y sillas. Cada silla estaba ocupada por una persona de diversa edad, sexo, nacionalidad y época, sentada frente al computador sin alzar la mirada, con sus ojos fijos en la ventana del ordenador. A escasos metros de mí, un letrero indicaba mi nombre y apellido encima de uno de aquellos artefactos impersonales. Me acerqué hasta él. En la pantalla pude leer: “Bienvenida al Limbo de los Escritores sin Retorno” y sin más preámbulos solicitaba que siguiera con atención las indicaciones que a continuación aparecerían en el monitor. Desde entonces he olvidado si existí en otra vida, si los recuerdos que asaltan mi mente forman parte de la ficción o la realidad. Si la delgada línea que separa el mar del firmamento es producto de la imaginación o la divisé realmente alguna vez; incluso cuestiono la realidad de un astro llamado Sol que calienta la piel o tan solo lo he soñado. El significado conjunto de las letras DAM que con familiaridad asaltan mi cabeza. En este ámbito que ahora me rodea no habitan la noche y el día, la luz ni la sombra el espacio ni el tiempo. Tan solo poseo una cuenta de correo, una maldita cuenta de correo, señuelo para aspirantes a literatos, que con una obra en deuda, venden sin saberlo su alma al primer escritor que comparte con ellos un cuento. Por trece mil veces tres presiono el botón “Enviar”.

Hola! Te remito en archivo adjunto un relato corto titulado: “El Anzuelo y otros cuentos”

Espero que te guste

Un abrazo

Claudia.

Enlace http://claudiasandero.blogspot.com

 

 

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