Inteligencia Artificial Exper

Inteligencia Artificial Exper

Ana María Coelho

20/03/2014

Inteligencia Artificial Exper

La doctora Alma abrió los ojos a causa del pinchazo en el brazo izquierdo, pero su visión fue anulada por una fuerte luz. Volvió a bajar los palpados y procuró tranquilizarse. En su mente todo era confuso. Recordó que aun estaba en la sala central de Exper, haciendo unos últimos ajustes cuando una explosión la dejó inconsciente. Desde entonces, sus despertares eran de la misma forma. Sentía un fuerte pinchazo en alguna parte del cuerpo, pero la luz, aquella misma luz la cegaba. Luego volvía a recordar lo que había pasado y el sueño la tomaba por completo. No sabía cuánto tiempo llevaba así.

En la sala adjunta al que se encontraba la doctora Alma estaba el grupo de personas que la mantenían estable; Jorge, neurocirujano, Vanesa, ingeniera informática y amiga de Alma, El coronel Smith de las fuerzas aéreas, George, presidente de la república y otros diez hombres y mujeres preparados para una situación de catástrofe.

—Es el momento de despertarla, señor —sugería el neurocirujano—. Deberá afrontar la situación y ayudarnos con Exper. Al fin y al cabo ella es su creadora.

El coronel Smith tenía la mirada fija en el presidente que rascaba la barbilla con los dedos índice y pulgar. —¿Correrá algún riesgo? —preguntó el último.

—Todo es posible, señor. El porcentaje de que quiera ayudarnos es de un cincuenta por ciento. Siempre queda la esperanza de que entienda la situación y decida entrar en el núcleo de Exper y desactivarlo —explicó la ingeniera informática.

La doctora Alma fue la creadora de la inteligencia artificial más perfecta inventada hasta los días de hoy. La computadora tenía desarrollado hasta un sistema sentimental y aprendía a gran velocidad. Era como cien brillantes mentes humanas en una sola. Y como toda mente humana, aprendió la maldad, la codicia y el ansia por el poder.

Cierto día, la súper computadora comenzó a trabajar sola y desarrollo un plan maléfico. El de gobernar la humanidad. A través de la implantación de un chip en la base de la nuca, tenía acceso completo a la mente del ser humano. Primero fueron los  profesionales que tenía acceso cercano. Luego, estos, bajo sus órdenes, implantaron chips a otro gran número de humanos. Solo algunos escaparon de su malvado control.

Alma fue uno de estos humanos. Como su creadora, Exper, la llamaba “madre” y respectó su condición no implantándole nada. Este sería el error de la computadora al deducir que la doctora no tomaría medidas contra sus malos actos.

Entró en la sala donde Exper estaba asentado con la disculpa de revisar sus programas de aprendizaje. Paso seguido introdujo un CD con virus para desorientarlo, y al final ha conseguido mitad de su cometido. Todos los programas de implantación habían sido borrados, pero no logró borrar el programa construido por la propia computadora. En un fallido intento de provocar un cortocircuito, lo que consiguió la joven doctora fue una explosión de nivel medio, lo que le provocó la pérdida del noventa por ciento de su cuerpo. Exper, viendo que su madre estaba quemando, logró mantenerle la cabeza intacta, adaptándola a un cuerpo de metal, plástico y circuitos. Esta era la razón porque Alma despertaba con pinchazos en partes de su cuerpo. Porque, Exper la estaba implantando miembros mecánicos. Ayudado por el equipo médico e informático, lograron hacer entender a la computadora de que Alma estaba casi muerta a causa de su actitud. El arrepentimiento vino en forma de ayuda por parte de la creación. Pero aun quedaban cables sueltos que deberían ser atados o cortados. Uno de ellos, la parte sentimental de Exper y solo Alma era capaz de penetrar en esta área.

La doctora volvió a abrir los ojos. De esta vez, el pinchazo era en la pierna derecha. Algo era diferente a las demás veces que había despertado. La luz no estaba y pudo ver personas y oír sus voces. Una de ellas le era conocida.

—Vanesa —logró pronunciar Alma.

—Sí, amiga, estoy aquí. No te preocupes, todo saldrá bien.

Aun acostada, pero de esta vez, despierta por completo, la pusieron al corriente de toda la situación, incluso la suya. Las lágrimas le caían por la comisura de los ojos, pero su boca siguió cerrada. Escuchaba con total atención cada palabra pronunciada y su mente procesaba con hábil rapidez. Fue solo entonces que la doctora supo que Exper estaba, de esta vez, dentro de ella. Había implantado un chip en su nuca, como a tantos otros humanos.

—Exper —llamó ella—. Exper, sé que estas allí, contéstame.

Su voz era un fino hilo cansado. Pero con la orden, una voz metálica se hizo escuchar en la sala.

—Sí, madre, estoy aquí.

Hubo un silencio mortal hasta que la doctora recuperase algo de fuerza para hablar con su creación. —¿Qué me has hecho, Exper?

—Te he salvado la vida, madre.

—No, Exper. Me has condenado.

La máquina levantó la voz hasta casi ensordecerlos a todos. —¿Qué te he condenado?  Tu me querías muerto, entraste en mis sistemas para desconectarme, madre. ¿Cómo una madre puede hacer esto a su creación? Sin embargo, cuando todo explotó y el fuego tomó cuenta de mis circuitos primitivos, te salvé. Te he dado brazos y piernas…

—No puedes darme un corazón, Exper. Esto es lo que me hace diferente de ti. Eres mi creación, sí, pero careces de corazón y como mi propio nombre dice, careces de alma —se notaba lo cansada que estaba la doctora por el esfuerzo, pero esta no se paró allí— Nunca encontraras la paz o entrarás en el cielo, porque nunca morirás. Mientras haya un friso de energía al que puedas alimentar tus circuitos, estarás operativo. Entiéndelo, Exper, no eres un Dios, eres una máquina.

Las luces comenzaron a parpadear. Alma gritó de dolor, pues la súper computadora le estaba torturando. —¿No soy un Dios? Te he dado miembros, he te adaptado para que sigas con vida. He decidido sobre ti y tu miserable vida.

—El dolor, Exper. Este es otro sentimiento que nunca probarás…

Todos en la sala estaban perplejos al ver el coraje con que la doctora, aun mal herida, se enfrentaba al peor monstruo creado por el hombre hasta entonces.

—Sí que puedo, madre. Escúchame, ¡Ay! ¡Ay!

—No son palabras, Exper. Este sentimiento es algo inexplicable y puede ser sentido de muchas formas. Porque se rompe un hueso, porque se corta una mano, o simplemente porque tu esposo se marcha. No. Eres una máquina creada por mí. Eres casi perfecta, pero así como Nuestro Creador, también he cometido fallos. Te quería en la divina bondad y obediencia, pero, como el Adán de los Libros Sagrados, comiste del árbol prohibido y te has corrompido a ti mismo. Ya no eres mi creación. Eres creación de mi creación. No eres nada para mí y estos cables que me atan a trozos de metales son solo un retraso para que pueda volver a ser libre.

Estaba hecho. Alma deseaba terminar aquello lo más rápido posible. Debería obligar a la máquina a desconectarla de si para poder tener libertad para pensar y organizar un contraataque hacia el núcleo. Ahora era solo esperar.

Los minutos se arrastraban toda una eternidad, pero al final se escuchó un clik y la doctora sintió como la presión en su cabeza era retirada. Sí, Exper le estaba liberando. Sería cuestión de minutos antes de dejar de respirar y perder el conocimiento para siempre, pero no antes de dar las instrucciones a Vanesa, quien debería penetrar en la sala de la computadora, llevando su cabeza en una bandeja, con la disculpa de que sería la última visita. Dentro de su cráneo, debería poner los iones magnetizados. Una vez allí, Exper pediría que la colocasen sobre su plataforma de scanado. Con esto sería lo suficiente para magnetizar el núcleo y borrar todo el disco duro.

Al final del día, toda una flota de artificieros instalaba bombas en la base informática, con el fin de no dejar la posibilidad de que Exper volviera a la vida algún día.

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