«Calle Olvido. 28026 Madrid»

Homenaje al tema “Donde habita el olvido” de: Joaquín Sabina. <?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

Por: Desiderio Enrique. Gonzalez Reglero.

La noche estaba lluviosa y el frió se calaba hasta los huesos, atravesando el raído anorack que desde hacia más de diez años “el chino Avelino” no se lo quitaba ni para dormir.

Avelino Che Hon es un emigrante de la Republica Popular de China, como los muchos que trabajan y viven, primero “el trabajan”…después “el viven”, en el madrileño Distrito de Usera.

Aparentaba Avelino Che Hon, el doble de los años de los que tenía, su frágil cuerpo se encorvaba al caminar por el peso de sus propios errores.  Era tal el deterioro al que había llegado que a su paso la gente se preguntaba, ¿Cómo podía seguir vivo?

 Entre el barrio de Orcasitas, donde ahora vive Avelino y la calle Olvido, en el barrio de  Almendrales, esta el parque Pradolongo y cruzarlo a cierta horas de la noche, no es tarea para cualquiera, pero el chino Avelino es un Che Hon y un Che Hon no es un cualquiera, se decía a si mismo, tratando de que: El frió, la lluvia y los fantasmas de la noche no influyeran en su ánimo.

Menos de 15 minutos necesito Avelino para dejar atrás el “parque encantado” y ver su imagen reflejada en los adoquines mojados de la calle Olvido y al final de la pequeña cuesta los tonos violetas del rotulo de neon del bar de Liana, que parpadeaba intermitentemente, como un faro en la oscuridad.

-esta abierto- pensó Avelino  y según se iba acercando se repetía  “yo puse la botella”.

Al entrar en el bar de Liana, Avelino tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no tropezar, la poca luz que le llegaba de la barra le sirvió de guía. La atmósfera del local estaba especialmente enrarecida y una nube asfixiante flotaba en el ambiente haciendo remolinos alrededor de los apliques de metal que  iluminaban tímidamente la barra del bar. A duras penas consiguió llegar hasta la esquina. Esquina que en buenos tiempos solía ocupar muy a menudo.

Sintió que todas las miradas de los pocos clientes del bar, estaban centradas en el, incluso las tres mujeres que Liana tenia para dar “servicios integrales” que por cierto eran viejas conocidas de Avelino, le miraban, como si fuera la primera vez.

 Avelino, no le dio importancia a todo aquello, había quedado  con Anselmo Yi Huan, al que todos llamaban “el Vietnamita”, para un asunto de trabajo… y cayó en la cuenta de que no era el unico. Al Vietnamita  le esperaban, todas las noches, un pequeño ejercito de compatriotas chinos,  que como Avelino  se dedicaban a “escurrir”  las maquinas tragaperras de los bares y cafeterías del Distrito de Usera. El  “vietnamita” les financiaba cada madrugada con 200€, moneda a moneda para “meter” en las tragaperras y Avelino, como los demás “maquineros” le tienen que devolver, al terminar la jornada, 300€, sin excusas.

El chino Avelino estaba  intranquilo, se veía venir un buen lío, al parecer no había cumplido con una de las normas establecidas en la  ley del vietnamita, a saber:

“Cuando uno de ellos, consigue el premio gordo de una maquina, debe dejar una “marca” en la puerta del bar., normalmente una botella de agua a medio llenar y eso sirve de aviso a cualquier otro maquinero, del clan”

.… Si Avelino había puesto la botella o no, era el problema,  porque otro “maquinero” al no estar la marca, había metido un montón de euros y ahora pretendía recuperarlos a costa de Avelino.

El vietnamita se hacia esperar y la situación, cada vez era mas grotesca. Avelino en una esquina de la barra, los maquineros amontonados en la otra y en tierra de nadie las tres mujeres, que no sabían a quien mirar sentadas en sus taburetes, ligeras de ropa y de esperanzas. Una de ellas tenía una marca mancha sobre el labio superior.

-si tiene ese pelo en las alturas, que no tendrá en las cañadas- Pensó Avelino mientras esbozaba una sonrisa que se convirtió en mueca, ante la atenta mirada del resto de clientes, de repente Avelino, premeditadamente, se llevo bruscamente la mano al bolsillo interior de su anorack y aquella sonrisa, aquella mueca, unidas a aquel  gesto, provoco un escalofrió en los presentes y en consecuencia una estampida que les llevo a amontonarse aun mas de lo que estaban, en el rincón contrario al de Avelino, Las mujeres, contagiadas por el pánico, como alma que lleva el diablo salieron disparadas hacia atrás y lo hicieron con tal precipitación,  que una de ellas perdió uno de los zapatos de tacón de aguja  que se quedo tintineando en medio del bar.

¡Malditos cobardes!, pensó Avelino, mientras encendía el telefono móvil que acababa de sacar del bolsillo del viejo y raído anorack. Se sintió extrañamente satisfecho de su pequeña “hazaña”. Repasando sus Wassap, encendió un cigarrillo y dejo que su cabeza se llenara de recuerdos.

Diez años, atrás, Avelino Che Hon,  levanto por primera vez el cierre de su tienda de “todo a 100” en la calle Dolores Barranco, entonces fue la novedad en el Distrito de Usera,  había gente que iba hasta allí,  solo para verla. “hay un chino que lo tiene todo muy barato” decían…  Pero aquel día,  iba a ser el primer día de los días  venideros.

Estaba Avelino trajinando con el pedido que le había llegado el día anterior a última hora, cuando noto que alguien había entrado en la tienda, a pesar que el cierre estaba solo a media altura.

-esta cerrado- dijo con voz autoritaria desde el fondo del local, Avelino.

-¿cerrado?…pero si la puerta esta abierta, señor-le contesto, una voz, de mujer.

Se volvió hacia aquella voz que provenía de una mujer, que no tendría más de 20 ó 22 años…aunque aparentaba, casi tantos, como los 30 que tenía Avelino por aquel entonces.  Lo primero,  que le llamo la atención fue su extremada delgadez. Era de piel morena, el pelo largo ensortijado y recogido con una coleta, que le caía por la espalda llegándole casi hasta la cintura, su mira era profunda y salían de unos ojos hundidos en unas…

ojeras malvas, y barro en el tacón”. (Sabina)

… que estremecieron a Avelino. Sus labios eran aun más intensos en color, casi rayando el azul cobalto, finos y agrietados como los de alguien que acaba de atravesar   el desierto… pero el contraluz,  la daba un áurea de ángel desvalido e insinuaba que tenía un cuerpo bien diseñado.  Avelino pasó del estremecimiento a la admiración.

“y así comenzaron las cosa que no tienen mucho sentido”.  (Sabina)

 A pesar de todo Avelino insistió.

-esta cerrado Señorita-

Con voz temblorosa, casi angustiosa, ella contesto.

-lo siento señor… pero estoy sedienta y necesito una botella de agua-

 Avelino no pudo resistirse…

A partir de aquel día, el cierre,  de la tienda de Avelino Che Hon,  se mantenía todas las mañanas  a media altura y  por Almendrales decían los vecinos que la muchacha morena, se había mudado, con “el Chino” a la calle Olvido, donde el agua era poco para ella y cada vez quería más y más…

Avelino Che Hon, se fue convirtiendo en el “Chino Avelino” y empezó a ser conocido,  no solo en la calle Olvido, de Usera, si no, para su desgracia,  también, en el poblado chabolista que dicen esta en un “barranco” al final de la Avenida de Guadalajara.

Por aquellos lugares se rifaban al “chino Avelino” por que siempre llevaba  un “taco de pasta gansa” y nunca discutía el precio de la mercancía. Era un “pringado” y los “pringaos se cotizan por esos lares.

Todo se pega,  menos la hermosura y así empezaron, para Avelino Che Hon “el chino Avelino… los días sin mañana.

 Cuando se despertó, no recordaba nada del día anterior”. (Sabina)

 En la mesa de la habitación, los restos de una cena sin menú, de cucharas quemadas por detrás, papel de plata renegrido, tarjetas de crédito, sin crédito y mucha cerveza, demasiadas, iluminadas  por…

 un  insolente sol, que se colaba, como un ladrón,  por la ventana”. (Sabina)

Aquella mañana, de sabanas revueltas y quejidos bajo los tejados, Avelino la beso y comprendió que iba a ser la última vez,  la cara de aquella mujer transformo y  su mirada perdida lo dijo todo… entonces  el adivino que…

Hoy no era ayer, si no mañana”. (Sabina)

… en ese mañana, no entraba el chino Avelino, porque se había quedado fuera del calendario de aquella mujer, que habitaba,  pero que no vivía,  en la calle Olvido…

La miseria y la ruina le fueron transformando en el “Chino Avelino” y la vida, en esas circunstancias- pensó ella- no estaba para compartir, sin más cogio su mochila raída, su estuche de aguijones aun goteando y se marcho.

Aquel sin sentido se había  comido, poco a poco, pico a pico,  los locales,  la tienda y  la cuenta corriente, poco corriente,  del nieto del fabricante de aperitivos.  Avelino Che Hon

Y  la vida siguió como siguen la cosa que no tienen mucho sentido”. (Sabina)

La cruel soledad, se cobro su precio por…

 aquellas  noches de amor,  sin apetito”. (Sabina)

… y  en su cabeza una pregunta sin respuesta.

 ¿Por qué no la diría?…Te necesito. (Sabina)

No le dio tiempo a pensar mas, tenía la mano de Anselmo Yi Huan, al que todos llamaban el vietnamita, en su hombro…  para resolver  un asunto de trabajo.

 

 

 

…………………………………………..fin………………………………………………………….

 

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