Se quedó atrapado en los ojos negros de la alumna nueva. Necesitaba saber de ella. Verla, donde fuese. Sintió la alegría de estar vivo, la necesidad de mejorar. Los rostros de siempre volvían a ser niños con las cosas de los adultos. Las grietas de las paredes hacían divertidas muecas a los caminantes. Las tazas de café titubeaban, graciosas, y las colillas se enredaban risueñas en los ceniceros. El tipo odioso de la tele se había convertido en un tío entrañable. Y ella siempre estaba en su mente. Quería contarle lo que pasaba por su cabeza y saber cómo mataba el tiempo cuando no había nada que hacer. Sus miedos. La noche era ese espacio inmenso y secreto donde podía perderse de su mano. Acariciar su pelo, acurrucada a su lado. Besar su cuello y olvidarse de todo lo demás.

El sol le descubría siempre con una sonrisa y no sabía responderle si el sueño había sido o acababa de empezar. Hasta que ella puso más datos en su perfil. Tenía novio. Los otros datos no los sabremos nunca. Le habían roto el corazón, otra vez. Siempre me pasa lo mismo con los cursos online, dejó ver, enigmático, en su estado de facebook.

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