Querida Juana.
Después de treinta años he vuelto a nuestro querido pueblo Epecuén. O lo que queda de él luego de esa terrible inundación. Caminar por sus calles llenas de sal y herrumbre, produce una extraña melancolía. Traje aquella vieja foto donde jugábamos inocentes y felices. Te confieso que me dio mucho trabajo reconocer nuestras casas. Recordé en medio del silencio de hoy, las risas, los vecinos, los veranos con bailes en las calles…
De pronto volvió a mí, esa maldita mañana en que se rompió el terraplén que rodeaba la laguna. Huida desesperada, confusión, aturdimiento. Después cada uno como pudo, ensayó empezar una nueva vida quién sabe dónde. Intentando rearmar un rompecabezas al que le faltan piezas, porque el agua se las llevó.
Pero quiero decirte querida amiga, que hoy el sol me regaló su mejor atardecer. Primero apareció dorado, fulminante; luego lentamente…estalló en mil colores entre unas nubes. Y yo entendí su mensaje.
Amorosamente,
tu amiga Cristina.
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