Hola Nacho.
Al final he venido sola, sin ti.
Llegué ayer. No pensaba contártelo, pero instalada en esta cabaña, la misma que tantas veces nos sirviera de refugio, no puedo evitar recordarte.
Este paisaje es tan maravilloso que duele. Duele que no estés, y duele que nunca más vayas a estar.
Ahora que sé que por respeto a ella te has impuesto olvidarme, intento encontrar una explicación lógica a lo sucedido y creí que aquí, delante de este precioso horizonte, del que tanto disfrutamos, quizá la encontraría, pero ha sido en vano. Sigo sin entenderte, y lejos de aceptar la derrota me reafirmo en que tu mala economía no era motivo suficiente para, si de verdad me querías, no afrontar una nueva vida conmigo.
Admiro tu fortaleza, pero no dejo de preguntarme dónde has guardado todo el amor que me tenías ni cómo puedes vivir sin nuestros besos.
No quiero cansarte, tomaste tu decisión y debo respetarla. Continúo con mi marcha, hoy son 30 kilómetros y ya tengo preparada mi mochila con la botella de agua, zumos y un bocadillo de tortilla, ese que tanto te gusta. Mejor pondré dos, por si te apetece acompañarme.
Hasta siempre, amor mío.
Sopliperez
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