Querida Cecilia,
Espero que te encuentres bien allí en Viena. Tus padres te echan mucho de menos, tu madre no hace más que hablar de lo orgullosa que está de que su hija haya ido a estudiar el doctorado en Derecho a Austria, se le nota un brillo especial en los ojos. Tu padre también está muy entusiasmado, pero lo demuestra de forma velada, pasa largos ratos en su despacho leyendo y fumando su pipa, que deja ese olor tan característico en la casa. Desde que te has ido apenas habla, cuando llegan las visitas se dedica a escuchar con una cálida sonrisa. La mayor parte del tiempo la casa está en silencio. Mis teclas ya no suenan si no eres tú quien las toca. Te llevaste a Brahms, a Satie, a Beethoven, a Mozart, vivos en las partituras y en las melodías que impregnaban la casa. Echamos en falta especialmente la Rondo Alla Turca, tu preferida para los ratos alegres, la última que tocaste antes de partir, al saber que habías optado a una plaza en Viena. Allí, donde el alma de la música es inmortal.
Con cariño,
S.
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