EL CASILLERO.

Hay recuerdos que se desvanecen por largo tiempo, pero están ahí, no mueren.

El casillero está casi vacío, la memoria sólo dejó una vieja lámpara de papel. Estuvo quieta, sin molestar hasta que de pronto comenzó a moverse dócil, como si una tenue brisa meciera sus formas. Y el vano espacio se fue colmando de a poco para romper su soledad.

Una mesita de noche la sostiene y deja ver una luz azulina que ilumina apenas la cama vacía.

-Amor esa lámpara es casi azul.

-Es verdad la elegí de ese color porque es diferente y único, como nuestro amor.

El silencio lastima mis oídos por poco tiempo. Alguien irrumpe en la habitación amenazando con un arma.

Estoy sentado al borde de la cama, grito su nombre.

Ella no está, estoy solo… duele. Dueles.

En mis manos el fósforo encendido espera. Lo acerco a la vieja lámpara de papel y siento el calor en mi cara y en todo mi cuerpo.

El fuego sólo deja cenizas. El casillero desaparece.

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