Sentada, en el umbral de una noche fría, en que sus mejillas tiemblan nerviosas, rozando una suave brisa de invierno sobre la acogedora almohada de estrellas en el mar obscuro del cielo. Ella, en su más preciada esperanza digna de ser descubierta, se encuentra vibrando para abrir fuego a sus más profundos e incalculables miedos, mientras una guerra en su interior la acecha decidida a descubrir sus más grandes temores. Audaz como serpiente y fuerte como un roble, detiene la mirada que contempla la más bella silueta jamás admirada, inocente como un cachorro y temerosa como pájaro al viento, ahí está Ella.

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