La vida, en si misma es un arduo camino pedregoso, que se alza cual montaña y culmina en el Hades. Toda alma que se forja a si misma merece pisar un senda plana, pero, ¿ No es acaso la forja una tediosa labor? Mas cuando es el yunque del si mismo, lo que golpea el férreo martillo de la voluntad, se descubre la acción virtuosa.

¿Destino? ¿Hados que de desgracias e infortunios llenan de rocas el camino a coger? ¿ O simplemente la desdichada voluntad del hombre sensato? Que, mediante el uso del conocimiento y un análisis razonado de las circunstancias en las que la misma vida lo envuelve, decide y pone a prueba a su si mismo más querido, queda pues, escrito el margen en que la acción se desenvuelve, como martillo caído en la forja, la voluntad, es ese martillo que golpea grotescamente nuestra tranquilidad en los momentos de silencio, la reflexión, es entonces, un camino hacia la virtud.

¿No es la virtud un fin? Hoy, señores, se confunde virtud y conocimiento con aceptación de todo aquello nacido del “imaginarium”, aceptamos pues, toda idea con tal de ser aceptados por un núcleo compuesto por individuos, por una tribu social en la búsqueda de la aceptación y el no sentirse diferente y repudiado por nuestros semejantes, el ser humano hoy en día, es una constante decepción y una total degradación de él mismo, desde sus pensares hasta sus actos. Amparados todos ellos, en el argumento del respeto mutuo, de la tolerancia incluso cuando argumentos e ideas van en contra de la misma naturaleza, y sobretodo, manda la acogida a aquel necio ser, que sin apenas dar sentido coherente a lo que dice y habla, sigue siendo piedra angular de las relaciones humanas.

Esos comediantes, que tachan de locura a la disertación filosófica y ética de las cosas, que repudian la elocuencia de los universales, y aun, sin entender demasiado bien el objeto del habla del hombre de virtudes, lo rechazan por la crítica que hace a la necedad imperiosa, todo ser que se precie, conoce la ética dialéctica, base de los debates, cuya norma de oro ha quedado olvidada, en el s. XXI de nuestra era, los debates entre la juventud solo cumplen un requisito, no atacar a los argumentos del enemigo y respetar su opinión, esos sabelotodo, que detestan que alguien desmorone sus sus superfluas e insulsas creencias, odian con creces a aquel que, con coherencia les habla y, mediante el análisis histórico advierte que o bien mienten, o bien se equivocan. Recordemos ahora al Maestro Cicerón que desmontó todas las injurias que Catilina propuso, no fue mediante el respeto de la opinión de aquel. Era el cónsul sabedor de la norma, “se atacan los argumentos no al individuo”.

Una opinión, no tiene porqué ser cierta, ni tampoco tiene porque estar equivocada, pero cuando es la opinión, el único objeto del habla, y ni la ciencia, ni la historia toma partida en la confección de opiniones libres, la juventud, cae en el devastador abismo de creer que su opinión es verdad absoluta, de que la aceptación de otra opinión que se alza en controversia contra la de uno, o unos cuantos, es solo un trabajo de tolerancia. Toleramos así, el levantamiento de ídolos, sí, de ídolos, no religiosos, pero si tienen marca, adulamos productos como perfumes, zapatos, vestidos etc, por encima de nosotros mismos. Mató F. Nietzsche a Dios, para que ahora, el hombre ame más a un móvil que aun libro.

Los núcleos de las tribus se alimentan entre ellos, su moral es tan débil, que precisan de sus mismos miembros para poder considerarse a ellos mismos como individuos, y las redes sociales de hoy, son un paradigma bien ilustrativo de ello. Pero es el individuo el único que puede caer o levantarse del tedio que el mismo produce, es él, el único que mediante el razonamiento y la búsqueda de la virtud en sus ideas, sin obviar a la voluntad, el único que puede superarse asimismo. Después apelar a los clásicos universales resulta extraño en conversaciones, y los ignorantes se alejan del pobre desgraciado que ha entregado su vida al amor al saber, aman más una saga sobre dragones y periplos varios, pero se niegan a leer la Odisea de Homero. Y en cuanto a gustos musicales se refiere, todo es considerado música, sin importar las propiedades armónicas. Mozart, olvidado por una letra que dice así ” despasito, suave, suavesito”. Es este el mundo donde vivimos, un mundo de superfluos ignorantes que no reconocerían la grandilocuencia del intelecto aunque les diese de lleno en la cara, es esta la mentira moderna, donde aceptamos todo y a todos, pero señores, recuerden, lo que es, es, y lo que no es, no es.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS