Un viaje que hacemos todos

Un viaje que hacemos todos

Tropecé a lo largo del camino, con algunas piedras, este a veces era soleado, otras tantas lluvioso, algunas otras oscuro y ruidoso, y otras cálido tenue calmado, cuando la ruta se hizo oscura y no pude seguir la vía me devolví al principio de mi travesía, pero al encontrar ahí me sentí tan feliz con todo lo que veía que no quise volver a caminar. Un anciano apareció y me dijo: Lo que ves ya es parte de ti, no olvidarlo te hara grande, pero quedarte solo con esto, sería igual a dejar una mariposa en cautiverio.

¿Pero si no consigo el fin de este camino? le dije, a lo que él respondió: Fíjate en los detalles.

Decidí seguir mi ruta pero al andar levante cada piedra con la que tropezaba, me sorprendió mucho que al reverso de estas piedras, había una palabra escrita, las palabras eran aún más sorprendentes, como por ejemplo, amor, amistades, vicios, familia, enfermedad, egoísmo, indiferencia. Esto me llevo a entender que era lo que me decía el anciano, tal vez tenía que tener más cuidado con aquello que apreciamos ya que nuestros descuido nos lleva a tropezar con lo que amamos, al darme cuenta seguí el camino por que aprendí que los detalles son parte esencial de la vida, y que debemos aprender de nosotros mismos con cada tropiezo, pero igual al llegar a mitad del recorrido, se hizo tan oscuro que no pude avanzar, entonces solo tuve la opción de devolverme, protestando al anciano por no advertirme que igual no iba a poder seguir, al hacerle un reclamo enérgico, el contesto: No te concentraste en seguir y generaste un nuevo tropiezo, por tanto no pudiste ver la luz en el camino.

Confieso que me sentí frustrado, esta vez me concentraría en mi meta y seguí la caminata, pero sentí que la ruta se hacía muy larga, y ya no sabía si yo estaba demasiado concentrado en caminar, que al parecer no me hacía consiente del tiempo, entonces me detuve, vi mi reloj, no me había perdido en el espacio tiempo, la verdad era que me tarde muchas horas más y aun ansiaba encontrar el final, entonces decidí devolverme, ofuscado llegue al origen, a reclamarle al anciano porque nunca dijo que el camino se haría más largo. Este se hallaba ahora con un niño, y al reclamarle mientras salían lágrimas de mis ojos, contesto: Este niño se encontraba en tu camino y necesitaba ayuda para poder andar pero la excesiva concentración que mantuviste al caminar no te dejo verlo. Entonces me dices, ¿qué debo fijarme en el camino y al mismo tiempo concentrarme?, el respondió: Si de lo contrario volverás a mí, al origen.

Emprendí andadura, esta vez con el niño y caminando hablábamos de historias y aventuras, el niño me dijo que estaba un poco cansado y necesitaba sentarse, yo le dije que no había tiempo para un descanso, así que decidí cargarlo en mi espalda, igual caminamos durante horas, sin embargo no lograba llegar a ningún sitio hasta que sentí que llegue a una oscuridad abrumadora, el niño lloraba y me decía que tenía miedo, pero la verdad, solo me importaba poder pasar la oscuridad, al tratar de pasar la oscuridad el niño cayo de mi espalda y perdimos total contacto visual, este lloraba muy fuerte, aunque la oscuridad era tal que no podía encontrarlo, entonces ya después de haber pasado horas, actué fríamente decidiendo volver al origen, así tal vez el anciano iría a buscarlo, al llegar donde el anciano este hablo antes que yo dijera palabra alguna.

El carácter de un hombre se mide en sus acciones nobles, no en acciones viles.

Muy avergonzado por lo que había hecho baje la cabeza, el anciano me dijo que me quedara mientras que el buscaba al niño, así lo hice; cuando llego el niño lloraba y estaba muy resentido conmigo, no quería verme, el anciano hablo indignado.

¡Viste lo que habéis hecho! ahora tendrás que aprender tu lección, cuando el niño se calme emprenderás tu ruta, cuando llegues a la oscuridad tenéis el deber de ganarte su confianza.

Me quede sin palabras, aquel anciano solo predicaba la sabiduría. De vuelta a mi causa, el niño y yo caminamos durante mucho tiempo, cuando este se cansaba decidíamos sentarnos a descansar, cuando nuestros estómagos sonaban de hambre nos parábamos a pescar, cazar y recolectar frutos. Y así transcurrieron los días, el camino cada vez era más largo pero era muy divertido y satisfactorio recorrerlo con este joven. Pasaron días, pasaron meses y luego años, y cuando llegamos a la oscuridad, me di cuenta que él ya era todo un joven y yo un anciano, y a pesar del ánimo ingenuo de este joven por seguir caminando, yo sabía que no podría. Así que deje que el caminara y solo le advertí de aquello que aprendí una ves de un anciano, le dije que yo iba a estar para él, en algún momento que necesitara consultarme alguna duda. Ahí entendí que era lo que me trataba de decir aquel anciano, así que le confié mis secretos a ese joven, le dije: Solo hay cuatro cosas que debes saber para caminar esta vida, los errores son bendiciones que te harán tropezar para evaluar tus acciones, si aprendes de esto podrás reconstruirte cuantas veces sea necesario y alcanzar el éxito, mantente atento a los detalles ya que son parte fundamental de la vida , la concentración es vital para sobrevivir pero trata de que otros también sobrevivan, el carácter es de nobles y la vejez es aprender del tiempo.

Este niño, que al voltearse hacia mí ya no era un niño, ni tampoco un joven, ya era un hombre, me abrazo y exclamo ¡Padre te amo!

Y así emprendió su camino…

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