Entender que la vida ha sido el mejor regalo que me fue otorgado, me llevó un buen tiempo en las diferentes etapas de mi vida, al descubrirlo, sin precisar en qué momento y junto a quién…simplemente descubrirlo…me ha llenado de un sinnúmero de responsabilidades y compromisos.
Entender cómo construir un templo a la virtud en mí, fue muy complicado había que destruir cualquier vicio e identificarlos en mí misma fue una primera faena, tomar conciencia que a la hora de la comida disfrutaba tres copas de vino, o tres cubas o tres cervezas hasta que llegó el día de la concientización, la toma de decisión; fue un paso tan importante que guardo aquel momento en lo profundo de mi corazón, 12 de septiembre de 1988.
Al día siguiente habría una despedida para una querida amiga y al preguntarnos cuál sería la cooperación de cada uno, con mucha decisión ofrecí la última botella, de las muchas que había adquirido a lo largo de mi vida, para disfrutarla. Así empecé a enfrentar mi compromiso de vencer mis vicios; durante un año completo vi en el refrigerador un cartón de cervezas que terminó en una reunión, sin que probara una sola gota de él.
En noviembre del mismo año, acompañé a mi sobrina, a la Olimpiada de Ajedrez, celebrada en Tesalónica, Grecia y solamente probé la cerveza para saber si el sabor era igual a la cerveza de México y desde luego que la nuestra, es de mucha mejor calidad.
Entendí entonces que el mismo tiempo que llevé tomando y que mucha gente lo sabía, sería el que tendría que transcurrir para que mi imagen de tomadora quedara desvanecida.
Transcurrió el tiempo y esa interrogante de cómo construir un templo a la virtud, seguía latente, ya había dado el primer paso: con determinación dejé de acompañar mis alimentos con bebidas alcohólicas, el siguiente paso era practicar el mayor de los valores, la tolerancia, que entendí al enfrentrar muchos actos de intolerancia y guardar compostura ante ellos.
Pensar, hablar y actuar positivamente, era finalmente la respuesta que esperaba, tener definidos mis ideales, luchar por ellos, con fe, esperanza y caridad, con fuerza, belleza y candor, reclamaba de mí un comportamiento acorde, por lo tanto, a partir de esas reflexiones, tenía que ser más consciente del valor de mi vida, de cómo vivirla y qué actividades realizar que dieran cuenta de esa transformación que se daba en mi persona a partir de tomar como guía los principios filosóficos que me impactaban y me iban permitiendo encontrarme a mí misma.
Después de 33 años de servicio oficial, al jubilarme, debía trabajar en bien de la humanidad era un reto, definir por dónde empezar, la presencia de mi querida Mamá, me hizo inclinarme a favor de los adultos mayores y sin saber nada al respecto, pero muy segura de sentirme apoyada en valores universales como el honor, la virtud, el talento y la buena voluntad, podrían dar fe de llevar a cabo esta actividad con verdadero entusiasmo en apoyo a un grupo social vulnerable, con el que habría de aprender que la sonrisa de las personas que reciben apoyo es el mejor premio que podemos recibir.
“Desarrollar la cultura de servir a los demás”, me llevó a incursionar en la ciencia de la vejez: la Gerontología conectada con la medicina, biología, psicología, sociología, economía y filosofía.
Darle vida al Centro Amigos de la Tercera Edad, CEATED, fue empezar a poner en práctica los principios filosóficos de: rectitud, valor, filantropía, prudencia, entre otros, entender que el Consejo Nacional de Población, advierte que para el año 2050, habrá más de 40 millones adultos mayores y asumir el reto de elaborar una Propuesta Técnica: “Cultura de Aceptación del Envejecimiento; educar para la vida” que en base al análisis filosófico, es un esfuerzo humano para replantear la interacción social que involucra a dos sectores primordiales: la juventud y la senectud, con ello, asumimos un compromiso de carácter nacional, sabiendo que el índice del envejecimiento que se cuantifica de acuerdo a la cantidad de personas mayores de 65 años, que existen por cada 100 jóvenes de 15 años: el índice de envejecimiento en 2010, fue del 21.4, se prevé que para el 2030, sea el 57.8% y para el 2050 será el 129,4%.
La cifra es alarmante, por lo tanto, mi compromiso de trabajar en beneficio de la humanidad, estaba latente, así que reflexioné: ¿En dónde están los futuros adultos mayores de las décadas subsecuentes?… mediante una operación sencilla, dedujimos que los jóvenes que nacieron en 1990, cumplirán los 60 años, en el 2050, allí está la gran oportunidad de trabajar en beneficio de la humanidad, generando condiciones psico-sociales y político-normativas para enfrentar las proyecciones planteadas por el Consejo Nacional de Población.
La formación filosófica que reclama entre tantos valores la filantropía, nos hizo definir el siguiente objetivo: “Promover la cultura y la promoción del autocuidado personal desde la infancia porque diariamente se envejece y, al mismo tiempo, proyectar una edad adulta de calidad y autosuficiencia, con el apoyo del sistema educativo de nivel básico y media superior”.
Hegel con su Dialéctica, marcó la marcha de la humanidad hacia su meta: la libertad, para pensar, para ser, para actuar, para expresar, para escribir así logré mi completa libertad y coincido con Platón cuando decía: “Aquel que nada tiene que reprocharse abriga siempre una dulce esperanza bienhechora, nodriza de la vejez”.
Me he encontrado conmigo misma, soy consciente de mis derechos y obligaciones, sirvo a los demás con humildad, me siento totalmente realizada y feliz por saber que puedo apoyar a la humanidad, con un proyecto educativo nacional en el que propiciemos “encuentros intergeneracionales”, motivando a los adultos mayores, que se capaciten para transmitir a las nuevas generaciones de niños y jóvenes, contenidos que les auxilien a comprometerse con su autocuidado, nutriendo bien su cuerpo, previniendo enfermedades y preparándose para arribar con calidad de salud a su edad adulta mayor.
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