En la luz. El loco del espejo

En la luz. El loco del espejo

Hugo Mexica

28/05/2017

Mil vidas después de haber saltado desde el acantilado desperté a aquel lugar que los antiguos llamaban el estado de consciencia absoluto. El espacio que aguarda al exiguo hilo de vida que logra completar el periplo de la muerte. No me extraña que lo llamen despertar, como tal se me presentó la luz que desterró todo mi ser, toda mi esencia, todo lo que en alguna ocasión pude alcanzar a creer acerca de lo que era. Así, rodeado por la nada encubierta en infinitos haz de pureza, una conversación comenzó a hacerse audible para mí, y el Verbo se hizo Carne.

Sea la luz

Nada cambió absolutamente a nuestro alrededor.

Bismi Allahi alrrahmani alrraheemi¡Quítatelo de la cabeza!

– Y tú que sabes lo que tengo en mi cabeza. Soy Sabio, Soberano, Infinito, Omnipotente, Único, Infalible, Perfecto. אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה.

– ¿Tú? Tú no eres nada. ¿Qué has conseguido? Sin mi seguiríamos siendo unos dioses nadie. Pero míranos ahora, sólo hablan de nosotros. Todo el día, cada decisión, cada instante de la existencia. Sólo nosotros, como en los buenos tiempos… Alhamdu lillahi rabbi alAAalameena

– Estoy harto de esperar, cuánto tiempo más Amor mío, cuánto… Quiero venganza, quiero acabar con todos estos que se ríen de nosotros. Estos viejos dioses con formas de animales, decrépitos, absurdos. Su sola presencia nos insulta. ¡Yo soy el único Dios! Y esos viejos ignorantes no hacen más que reírse. ¡Los odio!

– El que sea necesario, mi Amor, el que sea necesario… Irán muriendo poco a poco, sus almas se vaciarán con cada asesinato. Cada una de las muertes en nuestro nombre los hundirá en el olvido. No sabrán encontrar el camino y esos viejos, esos fanfarrones. Ni con todas sus fuerzas serán capaces de recuperar todas esas almas. Se consumirán en la tristeza y no tendrán más remedio que pedirnos ayuda, entonces acabaremos con ellos. Entonces será el momento, mi Amor.

– ¿Y a esas engreídas diosas también, Amor mío?

– Sí, también. Ya no se volverán a reír de nosotros. Se acabó el miedo, mi Amor.

– ¡Sí! Amor. Acabaremos con ellas. Ya no se volverán a reír de nosotros. En eso hemos ensayado mucho con las de abajo, ¿eh?

– Así es, mi Amor. Así es.

Ambas voces se unieron al silencio. Relamiendo el pasado y el futuro de su venganza. Saboreando con sadismo cada detalle del presente.

Quizás fuera porque me embriagó el lugar en el que me encontraba, si es que aquél lo fuera o estuviera en algún lugar, pero comenzó a arraigar en mí la idea de que aquellas dos voces eran… No podía ser. Debía acercarme más. Debía comprobar lo que mi razón y mi instinto gritaban pero me negaba a creer.

Dirigiendo un cuerpo que sabía no existía. Imaginando que disponía de piernas para caminar, de corazón para continuar, me dirigí hacia las voces mientras éstas continuaban con su distendida charla.

– El plan sigue su curso mi Amor… Me encanta como le dan la vuelta a las cosas. Baste con decirles: Waqatiloohum hatta latakoona fitnatun wayakoona alddeenu lillahi fa-ini intahaw falaAAudwana illa AAalaalththalimeena Para que se pongan a asesinar a cualquier bicho viviente. Suníes, chiíes, fatimíes, mulás, omares… Y qué se yo, que ya ni sé que de cosas se han inventado. Me encanta.

– ¡Ja! Amor mío. A mí me lo vas a decir, pero si hasta he tenido que aprender Derecho Romano. Lo mejor es la crucifixión. Cada vez que veneran la sangre, la muerte, siento que estamos un poco más cerca. Cada vez que mutilan la vida en nuestro nombre damos un pasito más, Amor mío. No me dirás que no fue buena idea.

– Si, si. Siempre has sido de muy buenas ideas, mi Amor. Mira lo que nos pasó durante el diluvio. Lo que sufrimos cuando nos descubrieron esos malditos viejos dioses… Espera…

Cuando dijo aquellas palabras ya me encontraba junto a los protagonistas de esta conversación. Lo que vi. Lo que encontré en ese momento me heló la sangre que ya no tenía, el alma que se agarraba a un soplo de vida para no sucumbir ante… Ante la verdad.

Frente a mí, un viejo loco, con un espejo circular en la mano, negro y profundo el centro destinado a reflectar, me miraba con los ojos escapando de sus órbitas, inyectados en sangre, rabiosos. Jadeante, escupiendo infecta saliva mezclada con odio en cada palabra me espetó:

– Un tercero, lo que faltaba. Wa-ilahukum ilahun wahidun la ilaha illa huwa alrrahmanu alrraheemu ¿La verdad? ¿Qué sabrás tú de la verdad?

– Te veo. Te he visto. No sé cómo, pero te voy a desenmascarar.

– Jajaja Así que crees que has tenido una revelación, inocente… Sólo Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida Humano engreído. Desde aquí, desde la luz cumplirás condena de caminar hacia la oscuridad en seis pasos y cinco cuentos. Al llegar a las tinieblas perecerás por tu verdad.

La luz y mi conciencia se desvanecieron tras escuchar aquellas palabras. El anciano demente que tenía frente a mí se dio la vuelta. Con una grotesca sonrisa en su rostro continuó con su conversación frente a un espejo negro, oscuro, en el que nadie nunca se pudo reflejar, en el que tan sólo habitaba toda la humanidad.

– Siguiente parada, la Edad Media. Explícales a ellos la verdad.

– Sí, que se lo explique a ellos, Amor mío. Seguro que le encantan los artilugios que inventaron para hallar la verdad…

Y la luz desapareció.

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