´´El ultimo nocturno en Berlín´´

´´El ultimo nocturno en Berlín´´

frank coyote

18/05/2017

La sintió, con ese presentimiento que cada nota dotaba en sus gestos. Una armonía que llenaba de sentido y colores los espacios vacíos en ella y que impregnaba en cada disparo de acorde de piano unas sensaciones dulces, cálidas e indomables, que movían los hilos más delgados de su anhelo. Mientras la atizaba, seducida como en algún lejano recuerdo, donde ella maquillaba aún esa ternura que ahora germinaba desnuda e irreverente, como la delicada sonrisa apostada bajos los márgenes de su pronta mirada. Y él volteaba la vista sobre las luces que transcurrían suaves y ligeras delineando la pasión que contraía su pecho, como el reflejo de sus pupilas que se acortaban sorprendidas.

El teatro estaba vacío; solo un suave rumor en el humo de un cigarrillo posado sobre la cola del piano atestiguaba silbante la eufonía de este encuentro. La tomó de la mano, que ahora sentía el deseo amoroso de su afán, y con una sutil reverencia, calculó la fuerza necesaria en la palma y dedos, que procuren con tímida firmeza, posicionarla a la diestra de su cuerpo en el banquillo. Reanudó así, el armonioso manto de la melodía que se elevaba en camino sigiloso, evocando las siluetas de las ondas que dejaron ulteriores cicatrices en sus mentes, quizás estragadas, cansadas o derruidas, como las ruinas de ese teatro bajo los incesantes bombardeos Aliados.

La guerra había terminado y con ella el camino que las consecuencias anudaron en los lazos de su amor. Sabían que su líder había caído ahogado por propia doctrina, como las vastas creencias de sus utópicos sueños de gloria. Pero les costaba entender aún la crudeza y atribución que afloraban, como unas nostálgicas lágrimas sobre las mejillas de ella, augurando ser vistos a lo lejos, como una raza maldita en el tiempo. Porque es cierto que la historia, la escriben los que triunfan y los que pierden son relegados a una sucesión de mentiras, que pueden volverse verdad, engañando al mundo y maldiciendo las creencias y filosofías de sus enemigos.

Tal vez el rumbo de sus vidas tomó forma en el álgido momento de una guerra cruenta y sin sentido, pero afirmó las bases de la esperanza tras este último y anhelado encuentro.

Él no dijo palabra alguna, solo fluía con la armoniosa música, que camuflaba su desdicha, pero rememoraba la pasión que suscitaban ansiosos sus dedos y nudillos, que se describían impetuosos ejecutando la melodía de fondo.

El sonido de unas maquinarias de oruga a lo lejos, los alertó de una próxima tragedia, que siempre calcularon posible desde que juraron lealtad a las SS, pero que ahora los mantenía sin cuidado y sin sentido, mientras confeccionaban este taciturno contexto de incordura y azaroso ensueño. Ella lo abrazó esbozando una caricia en su mente que procurara extraerlo del alejado extravío y lo devolviera a la cordura de unos cálidos sentimientos.

La música era una premonición, un prólogo, tal vez solo un descanso o recuento de recuerdos y momentos, que fusionaban las notas del piano en ellos, trenzando sus almas que buscaban escapar de una vertiginosa y cruda realidad, a una cálida y sutil fantasía que amortiguara el golpe de sus desdichadas penas.

Él colocó su Luger cargada en el cabezal del clavicordio, sin descuidar suspender el solfeo de los acordes que ahora embelesaban ausentada, reposada y acunada la cabeza de ella sobre su hombro, bajo un adormilado sentimiento de apocada visión.

La asimetría de las sombras acontecía a la nave, alejando los tenues márgenes rojizos, que la baja tarde había pintado en los filos despostillados del recinto. Preludiando los acontecimientos antes de sus fatídicos destinos. Mientras, afuera, el principio de la noche dilataba la amplia oscuridad perdiendo la tenue línea del ocaso en el horizonte que ya había olvidado hacía mucho sus suaves colores bajo los opacos márgenes grisáceos de una Berlín destruida.

Unos soldados a lo lejos percibieron la dulce música que intentaba persuadir, armoniosa por instantes, las crudas ideas de la muerte que ellos aferraban más a sus armas con el imperante deseo de no perder sus vidas. Ingresando intempestivamente a la bóveda que encapsulaba como burbuja de ensueños, en las plateas, palcos, butacas y patios, un estupor y magia musical. Regresionando y retomando en el tiempo la majestuosidad y color del anfiteatro con su gradual atmósfera glamorosa, que vivieron pasados años fervientes de elegancia; cuando discurrieron bajo esos telones la divina Greta Garbo o la imponente Marlene Dietrich.

Todos estos sueños, que crearon ellos como fruto de ocasión en sus fantasías, euforias, penas, llantos, caricias y amor. Él, los materializó con un beso a su amada, que cronometraba en tiempo el intervalo de sus vidas, mientras duraba la volátil ilusión, con una sola nota de piano que él dejó sostenida y suelta al final. Alejando luego las manos del instrumento cogiendo el arma. Escuchándose a lo lejos dos disparos que difuminaron el fin del nocturno. Terminando el registro polifónico de golpe, como un destello en la oscuridad.

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