Soy de esas extrañas personas que caminan observando el mundo.En mi camino pensé en que nací sin privilegios, aunque una parte de mi opina que solo con existir, ya tenía alguno. El carecer de ellos se resumía en que tenía conseguir trabajo, para poder alimentarme, pagar una vivienda y los lujos de vivir como una persona civilizada. Si hubiera nacido al otro lado del charco, en el peor de los casos aún tendría menos. Viviría mirando más allá de la frontera, entre cuatro cartones, careciendo de luz o agua, sobresaltándome por las bombas, escondiéndome de los disparos, con carencias que solo podía imaginarme, cosa que no me faltaban en mi vida actual.

También podría mirar a las viviendas de lujo en lo alto de la calle .Observar a aquellos que derrochaban y pensar en lo dichosa que hubiera sido mi vida en aquella posición. En mi situación actual pensaba que con sus privilegios podría cambiar el mundo, hacerme escuchar, pero de haber nacido con ellos, de desconocer el valor de las cosas. Crecer en la comodidad, que la televisión fuera lo único que me acercara a la realidad, si sintonizara el canal adecuado, o si abría la pagina idónea del periódico, si mis vacaciones se cruzaran con la realidad de la gente que aún tenía menos privilegios que yo. Tal vez, habrían sido mis padres capaces de inculcarme unos valores que me hicieran menos superficial al mundo, puede que aprendiera a compadecer a los desfavorecidos rodeada de lujos, y el despilfarro lo compensara con donaciones para desgravar o para sentirme mejor por tener más que los demás. ¿Porqué tendría que hacer más? ¿Porqué dar lo mío?

No podía juzgarlos por tener más, por como invertir lo que tanto les había costado ganar, desconocía su procedencia. Haciendo un repaso en la historia, las fortunas se habían hecho a costa del aprovechamiento de los pobres, a base de explotar, de robar, de humillar, pero hacía tanto que había sido, quizás no tanto, depende del lado del charco en el que vivas.

¿Si la fortuna de algunos proviniera del azar? Podría mal pensar de la persona que soy, alguién que anhela lo de los demás ¿ celos? No, en mi posición actual sabía que yo repartiría lo mío, ayudaría a quien me necesitara, lo que me sobrara. He ahí la palabra, lo que me sobrara. ¿ Quién no había dado alguna moneda algún necesitado? Ya fuera en la puerta del supermercado, en el semáforo de camino al trabajo, al pasar por la iglesia. En ese momento muchos abrimos la cartera o metemos la mano al bolsillo, unas veces pensando y otras sin pensar, pero por lo general cogemos las monedas a mano,las más pequeñas, pasando de largo los billetes. Lo que sí pensamos es:

– Un poco mío, un poco de otro, con lo que ha costado ganarlo.

– Que busque trabajo, a mi también me cuesta encontrarlo, que pedir es muy fácil.

– ¡Ostras! Todos los días igual, mira comida sí, dinero no que no se en que lo gasta.

¿Porqué seríamos distintos? No sirve de nada todo el dinero, el no cambiara el mundo. Tenemos más que otros, poseemos más privilegios y por supuesto los estamos ayudando, pero ¿hacemos lo suficiente?

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