Vivimos en un mundo frenético, vívimos de prisa. Sin ver, sin mirar a ningún lado.
Y en nuestras idas u de venidas, nos olvidamos a veces incluso de respirar.
Corremos más que caminamos, como si el correr nos hiciera llegar primero.
Vamos acelerados como si cada día fuera el último de nuestras vidas.
La mayoría no somos capaces de cerrar un momento los ojos, sentarnos y respirar al sabor de un chocolate caliente.
Y un día la vida pasó ante nuestros ojos sin darnos cuenta y no fuimos capaces de disfrutar un segundo de la luz del sol, de la luz del amanecer…
Abrimos de repente los ojos intentando no cerrarlos con terror, con miedo a lo desconocido, y entonces sólo entonces, nos damos cuenta que están cerrados que ya no podemos abrirlos.
Que el camino que nos queda nos es desconocido y que no podremos tomar ese chocolate caliente!!
Que no nos queda nada por recorrer, que hemos llegado al final del camino….
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