África miraba las manecillas del reloj, tic tac, tic tac. Nadie venía a recogerla. Era su primer día y rebosaba de ilusión. Esperaba tranquila en la puerta del colegio pero sus manos gélidas anunciaban un invierno en su corazón. Ya sólo paseaba el viento, el murmullo de los niños se había desvanecido.

Era pequeña pero perspicaz. Su mente divagaba con el pastel de chocolate que iba a hacer con su mamá esa misma tarde. ¿Le pondría cerezas o picotas? ¿Es lo mismo? Se preguntaba mientras esbozaba una sonrisa.

El tintineo de las campanas de la iglesia de su escuela la retornan a la realidad. Cansada, posa su vestido blanco en el mugriento escalón. Sus pies puntera con puntera, el lazo entre las piernas, mientras repasa la lección que ya se había preparado el día anterior.

Ensimismada en sus escritos, siguió esperando, pero nadie venía. El sol calentaba su tez morena adormilándola, y su mente continuó fantaseando. Imaginó el caballito de madera que su padre le había prometido construir, y aquel viaje al mar que había visto en el libro de literatura.

Entonces, el susurro de una mosca interrumpió su sosiego. Sedienta como su tierra amada y adivinándose ya la tristeza en su dulce mirada, retorna al interior a buscar a la maestra.

¿Le ha pasado algo a mis papás? Llevo mucho tiempo esperando y nadie ha venido a recogerme.La maestra entornó sus ojos y con el alma encogida le abrazó fuertemente.

-No, África. Los misioneros sólo pueden traeros a la escuela.-

-Pero maestra, en la lección de ayer aprendimos que si deseamos algo mucho, lo teníamos que escribir para que se hiciera realidad.-

África, con el alma más agrietada que sus zapatos, emprendió sus siete horas de arduo camino entre cañaverales secos, piedras y el amargor de llegar a un hogar sin cena.

Cuando el cansancio le vencía, un niño se cruzó en su camino. Llevaba zapatos de señor, bien lustrados y una botija con agua limpia. Le ofreció agua, pero no le dejó los zapatos, la llevó a caballito hasta sus papás.

Para la filosofía Ubuntu, la lealtad y las relaciones entre personas son primordiales. Si en una sociedad tan pobre existe una ética tan moral ¿Cómo uno sólo de nosotros puede ser feliz cuando alguien está triste?

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