Fue su culpa, el la violó, fue su culpa…
Era lo que decían los fantasmas en mi mente mientras dormía, atribulada en aquella habitación del hospital psiquiátrico en algún lugar de la la ciudad…
Elena, Elena, Elena fue lo primero que grité al ver su celaje salir de la habitación sin escucharme; la señora embarazada acostada en una cama al lado de la mía se levantó, tomó un vaso de vidrio de la repisa colocada al lado de su cama, se sirvió agua de una jarra, le dije: puedes darme un poco de agua? tengo mucha sed; ella me miró sin pronunciar palabras, tomó un sorbo y me acercó el vaso, la miré y le dije: No gracias, no quiero. Volvió a colocar el vaso en la repisa y se acostó dándome a espalda.
Me levanté, salí al pasillo, miraba todo a mi alrededor, no tenía idea de donde estaba, sólo veía algunas sillas, un pasillo largo que daba a una especie de enfermería, con la mente completamente en blanco…
Al día siguiente, me despiertan, me dicen que pase por el estar de enfermeras a retirar algunas cosas que me dejaron mis familiares; me siento en la cama y me encuentro en una habitación completamente sola, con una cama vacía al lado de la mía; busqué con la mirada a la señora y no la vi. Me acerqué a la enfermería, me entregaron lo correspondiente para mi aseo personal y ropa limpia. (sólo usábamos una especie de uniformes rosados, estaba permitido el uso de brasieres, pinzas, espejos, vidrios, ni objetos cortantes). Me dieron unas pastillas para que me las tomara delante de ellos, y luego me hicieron abrir la boca y subir la lengua, para corroborar que las había tragado. Pregunté: Donde está la señora que embarazada que estaba conmigo anoche? Me respondieron: En tu habitación no había ninguna señora embarazada, tu dormiste sola…
Reflexión: “La depresión es ira congelada, la gastritis es ira no digerida, la presión alta es ira circulante, los dolores articulares son golpes contenidos etc.
Si estas molesto por más de tres días la enfermedad vendrá; Limpia, suelta y libera, sacúdete, que tu espiritualidad hará el resto perfecto y correctamente.”
Después de mi último embarazo, cuando contaba con 40 años de edad desarrolle una enfermedad o trastorno, el cual me diagnosticaron como psicosis post parto (ppp); debido a la gravedad del caso tuve que ser ingresada a un centro de salud mental, a partir de allí mi vida dio un giro inesperado, la cual cambió para siempre.
Este fue uno de los motivos el cual me llevó a escribir mi historia, al principio lo hacía como terapia, para ayudar a mi mente a traer aquellos recuerdos que quedaron bloqueados después de aquel acontecimiento en mi vida, quise saber cuánto y hasta donde era capaz de recordar…
Tengo un sueño, hace muchos años he querido ser psicóloga y conferencista, siempre he anhelado poder llegar al corazón de las personas, penetrar su alma a través de palabras escritas o dichas que las convenzan de que todo va estar bien…
Provengo de una familia humilde y muy unida, soy la primera de cinco hermanos, mis padres sencillos, carentes de afectos, llenos de tabúes y miedos y con un corazón inmenso, capaz de dar y hacer todo lo que este a su alcance por los suyos. Mi mamá se llama Ana, mi padre siempre la ha llamado cariñosamente, mi Ana. Mi papá Lino, sin embargo todos lo conocen como General, (no sé de donde salió ese apodo mi abuelita paterna, contaba algo sobre ese seudónimo, luego me contaron que fue en honor al General Juan Vicente Gómez). Tienen muchos años juntos, nunca los he visto abrazarse, darse un beso, sin embargo sé lo difícil que les sería vivir el uno sin el otro. Los amo…
Capitulo I
Mis sueños de niña
De pequeña soñaba con un matrimonio como el de mis padres, que durara muchos años, amar y casarme con un único hombre que fuera el padre de mis hijos… también soñaba con estudiar en la universidad, no sabía qué carrera, lo único que quería era ser profesional en algo, tener mi casa y formar una familia unida. Me encantaban los uniformes blancos de los militares, soñaba con casarme algún día con uno de ellos.
Mis hermanos, aunque cada uno tiene su propia personalidad, todos somos muy parecidos, fuimos criados todos juntos, bajo el mismo techo, mi madre cumpliendo a cabalidad su rol, nos cuidó, nos llevó a la escuela, nos alimentó. No recuerdo un abrazo, un te quiero, o un beso de buenas noches de parte de mi madre; no la culpo, ni se lo reprocho, porque aunque no lo decía, demostraba su amor con su abnegación de estar allí cuidándonos y protegiéndonos a su manera. Mi padre, un hombre muy reservado, muy callado, nunca opinó con respecto a sus hijos, a su casa ni a su vida, todo lo manejo mi madre; el sólo cumplía con su deber, o lo que él consideraba que era su deber, trabajar para llevar el sustento de la casa. Los pocos paseos que hacíamos era a casa de una tía llamada ricarda, (le decíamos rica) y cuando íbamos más lejos era para higuerote, casa del hermano de mi papá. Casi nunca salíamos de casa, mi mamá siempre se ha quejado de eso. Hoy ya con 42 años que tengo, me atrevo a decir, que no conozco del todo a mi padre, no sé cuáles son sus sueños, sus anhelos, nunca hubo una conversación larga con él, nunca nos ha transmitido sus sentimientos abiertamente, nunca lo he visto llorar, quejarse, no recuerdo un regaño de su parte ni un consejo, aunque sé que estaba ahí y sigue estando ahí…
Reflexión: “Un te quiero, un te amo, un abrazo, una palabra de aliento, un consejo, son tan importante en la vida de un niño; como comer, dormir, ir a la escuela. Alimentemos el alma de nuestros hijos, dándoles mucho amor y seguridad”.
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