Las partes y el todo

Las partes y el todo

Laila Arcas

11/05/2017

Todos los hombres desean por naturaleza saberY el hecho de que hallen tantas dificultades en su generación, y que de ningún modo puedan reducirlas a un sistema coherente, parece demostrar que las Cosas matemáticas no existen, contra lo que algunos dicen, separadas de las sensibles

-Aristóteles. Metafísica

Por más vueltas que le daba, Julia no conseguía entenderlo. Volvió a repasar todas las anotaciones que había hecho en las últimas semanas. La mayoría de ellas consistían en listas de variables independientes a controlar, para obtener el resultado deseado. Sin embargo, a pesar de tantos intentos, no llegaba a ese resultado. ¿Qué se le estaba escapando? Como buena científica, con una formación impecable y unos logros más que reconocidos, sabía de sobra que el todo no es más que la suma de las partes. –“¿Entonces?”-, se preguntó.

Cualquiera que la observara desde fuera, podría deducir que estaba trabajando en una importante investigación experimental, con la que demostraría una complicada teoría física, pero nada más lejos de la realidad. Lo que Julia quería saber era cómo mejorar su relación con una de las personas más importantes para ella. Alguien que había entrado hace escasamente un año en su vida y por quien Julia había llegado a hacer lo que no había hecho nunca, restar horas de estudio y trabajo para sumar horas de compañía y experiencias compartidas. Sin embargo, en los últimos meses algo no marchaba bien en esa relación y Julia no llegaba a entender por qué, ni atinaba a encontrar LA SOLUCIÓN. Decidió darse un pequeño respiro y bajar a la cafetería a tomar un café. Quizá eso le ayudaría a avanzar en sus pesquisas.

Estaba sentada en una mesa, absorta en los mismos pensamientos y no escuchó la voz que le saludaba.

  • – Julia, ¡Julia!, ¿Estás bien?
  • ¡Marta! Sí, sí… Perdona, estaba distraída

Marta había sido compañera de Julia, hasta que sus caminos académicos se separaron. Mientras que Julia cursó un itinerario exclusivamente científico y práctico, Marta se decantó más por una formación humanística, llegando a ser una reconocida profesora de filosofía en la misma universidad que Julia, por lo que se encontraban con cierta frecuencia. Conversaron brevemente sobre temas triviales, hasta que Julia no pudo evitar comentarle a Marta el tema que le había tenido preocupada en las últimas semanas. Le enseñó las interminables listas que había confeccionado a ver si Marta encontraba ese pequeño detalle que parecía escapársele a ella. Marta observó todo con detenimiento.

  • Con esto no vas a llegar muy lejos, Julia. Estás analizando cada uno de los elementos de tus listas por separado y eso hace más difícil que puedas encontrar un significado global a la relación y al problema.
  • ¿Qué quieres decir? A mí me parece justo lo contrario. Si se quiere abordar un concepto grande es mejor hacerlo desde el análisis de cada una de sus partes por separado. Así se llega al entendimiento del todo.

Marta cogió 6 palillos del palillero de la barra de la cafetería y los dispuso encima de la mesa en la que estaban sentadas, de tal modo que conformaron la silueta de una casa.

  • -¿Qué ves? –Le preguntó a Julia
  • -Una casa
  • -¿Seguro? Según lo que me acabas de explicar, esto serían simplemente seis palillos puestos encima de la mesa. Seis palillos a los que, además, habría que prestar atención por separado. Se podría analizar si cada uno de ellos tiene exactamente el mismo tamaño que los demás, las misma textura, los mismos acabados, etc. Sin embargo al prestar atención a otras variables, por ejemplo, a cómo interaccionan entre ellos y teniendo en cuenta tu experiencia previa del concepto de casa, es posible llegar a una conclusión con mayor significado, ¿no te lo parece? Cuando nos relacionamos con los demás pasa lo mismo. No se trata de ver cómo funcionan las cosas por separado, sino ver cómo las partes que conforman esa relación interaccionan para convertirse en un todo aún mayor y con otro significado.

Julia se quedó sin palabras, no porque no hubiera entendido a Marta, sino porque por una vez, le parecía que tenía sentido lo que decía. A fin de cuentas, quizá la filosofía no era una disciplina tan inútil y descabellada como pensaba. Le dio las gracias, se despidió y salió de la cafetería. Pero, en contra de lo que era habitual en ella a esas horas, no volvió a subir a su despacho. Salió del recinto y comenzó, bajo la luz del atardecer, un largo paseo, que le llevaría a casa de esa persona. Estaba segura que al llegar, nada volvería a ser lo mismo. Sería mejor. Respiró aliviada.


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