Se llama Jazmín y había vivido toda su corta vida, esperando que alguien la regara, así parecía y se mostraba, como si fuera un ser dependiente de las inclemencias del destino, de la tierra donde prendiese y del clima que formara su entorno; fue una flor nómada porque sus semillas se enraizaban al capricho de un viento variable y aparecía y desaparecía como si se tratara de un mágico viajero.

No conoció a su padre ni tampoco, o eso me parecía a mí, a su madre: su historia y su interior. O a lo mejor eso no era cierto y a la que nunca conocería yo, es a ella. Cada historia vital es tan particular, que en realidad solo hablamos, sentimos y somos por lo que tenemos, por lo que queremos o vemos que nos rodea, porque también es cierto que nuestro sentido de la vista está moldeado según el universo intrínseco que nos envuelve. ¡Que complicado! Pero me voy a centrar en Jazmín; como toda flor siempre había perseguido y esperado atención y agua, y se había asentado con humildad al lado de aquel que llevara en ese momento el líquido que le saciara. Un día cuando era casi una niña y una joven, notó que habitaba alguien en su vientre, su madre y sus tías sin apenas razonar, decidieron que ese pequeño nonato, fruto de un inconsciente jardinero y de ella misma, no debería nacer al y se pactó su futuro lejos de su madre; me contó casi cuando recién la conocí, que antes que ese pre niño viera la luz, su mente, deseo o «que sabía» provocó la muerte de ese hijo que como ella había surgido sin pretensiones de subsistencia.

Pero ella siguió sobreviviendo, con brillo en los ojos cuando experimentaba un trato especial y manifestando hermosura como toda planta que se precie. Trabajos y tareas no remunerados en forma de protección, amistades que recibían y que apenas golpeaban de soslayo con una donación esporádica. Y tan casual era esta, que Jazmín casi nunca fue nutrida por los demás, aunque se hidrataba sin saber, precisamente por lo poco que esperaba de la vida.

Siempre había habitado de prestado, a sus 25 años no tenía un hogar propio, y no me refiero a que fuera de su propiedad si no que ni su habitación era personal ni suya; siempre estuvo en casa de alguien: de su tío, de su otro tía…hasta de su madre. Y por eso me chocó que fuera capaz de dejar todas sus ocupaciones, deseos, actividades y ocios por atender a su abuela que nunca ejerció como tal en el hospital , o para ir precipitadamente a Madrid para celebrar el día de la madre, gastándose el dinero que no le sobraba, en un regalo completado en valor con amor. Porque si algo tenía Jazmín…era amor, no porque lo hubiera recibido, si no porque lo había acumulado por un cultivo permanente e intensivo de cariño unidireccional. O quizás eso creía yo…

Hoy Jazmín se siente o está enamorada, y yo le alabo el gusto. Lo sé porque tiene una cuartilla que desdobla, sonríe, vuelve a doblar y acaricia tras la tela del bolsillo de su pantalón. Las mentes perfectas del pueblo no dejan de hablar, y cuando hablan mucho…malo, y todo porque él tiene 35 años más que ella ¿y qué más da si están a gusto juntos? ¿Quién dicta las normas del emparejamiento? ¿Quién tira la primera piedra como dicen los cristianos? Yo no desde luego, y si puedo hasta le arroparé para que no le dañen, porque ella es especial, es una superviviente, una flor en medio de un desierto que aprovecha la mínima gota de lluvia para crecer o para vivir. Dicen que es demasiado confiada y yo creo que lo que pasa es que al final ha comenzado a creer en ella, porque si aprovecha el sucedáneo de la esperanza es porque así lo quiere ella, si es feliz es porque siente el instante, si crece es porque ha decidido seguir caminando.

Nunca, como decía el Principito estuvo rodeada de belleza, ni de protección ni de cariño, pero tenía y tiene una fuerza que le hace reconocer el oasis en cualquier desierto existencial. Cuando la conocí conjeturé que era diferente y ahora sé que lo es.

PD o pensamiento: » Te llevaré al sur».- esto es lo que ponía la nota, que competía con ese orgulloso «te quiero» que yo me había imaginado y tal vez la clave estaba ahí, en que Jazmín deseaba menos que los demás y por eso, pienso yo, es feliz. Y como se expresa en una frase budista…

Alégrate porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora

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