Le dije «no me falles»
y el me respondió que ya era tarde.
Lo note en su forma de latir, más lento, sin ganas.
Me pregunto si no me cansaba de ese sabor a hierro en la boca, de morderme la lengua y de tragar espinas.
Que si me merecía la pena preguntaba, y yo le decía lo de siempre » no me agobies, mañana será otro día.»
Pero mañana nunca llegaba, porque nunca era » otro día».
Qué sabrás tú, le decía, si siempre estás en el mismo sitio.
El solo me decía que ojalá estuviese siempre en el mismo sitio, que yo solo le llevaba por el camino de la amargura, que tenía una colección de piedras en el camino, con las que me paraba a hablar horas y al irme les daba un pedazo de mi, «para que no me olviden» decía.
Para que tú te olvides, retumbaba.
Presa de mi propio caos, del » pero y si esta vez?» pero sobre todo del » alomejor soy yo, que estoy loca.»
Si, loca, pero loca por no quererte.
Quererme,qué raro suena si viene de mi.
La misma que me ponía zapatos de plomo, me hacía andar por el camino de piedras, desviarme y me ponía frente al precipicio y decía » salta» si total, a estas alturas ya estás hecha a prueba de balas.
A prueba de mis propias balas.

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