Dos amigos se encontraron por casualidad una tarde de otoño en el Parque María Luisa de Sevilla. Habían estudiado juntos, desde primaria hasta la universidad. Sus caminos se separaron y uno de ellos se marchó fuera de la ciudad. Cuando estudiaban, les encantaba ir por esos jardines, tomarse unas cervezas y unas patatas fritas para hablar por hablar de la vida en general. En aquella ocasión, simplemente paseaban por allí, pues aquel lugar sirve para evadirse del ajetreo de la ciudad, ya que el tiempo y el espacio parece detenerse en ese precioso lugar. Al verse se abrazaron, se saludaron y sin saber nada el uno del otro ambos gesticularon con las manos como lo hacían antaño. Uno simbolizó el gesto de beber y el otro el de comer, y ambos estallaron en carcajadas. Juntos fueron a la confitería más cercana y compraron un par de litros de cerveza y varias bolsas de patatas fritas. Luego se dirigieron al corazón del parque, donde sólo se escuchaba el sonido de las fuentes, el graznido de algún pato y el susurrar de las hojas de los árboles que el viento hace mecer. Sentados en un banco petrificado pasaron toda la tarde con un viejo amigo.
-Hace años que no te veo ¿Qué es de tu vida?
-Pues nada después de la universidad, encontré un curro, me casé y tengo dos hijos. Al salir del trabajo suelo venir por aquí para relajarme ¿y tú?
-Al terminar, me fui a Londres y desde entonces sigo allí. Esta semana he vuelto para ver a mis viejos. Añoro este parque, por eso he venido a pasear, aunque mañana me marcho.
-¿Tan pronto? Prométeme que la próxima vez, vendrás con más tiempo.
-Claro… me alegro mucho de volver a verte.
Mientras iban bebiendo y comiendo las patatas, se quedaron un rato observando a los animalillos que chapoteaban en el agua.
-¿Te acuerdas que nos encantaba charlar por charlar y nos pasábamos horas y hora conversando?
-Y bebiendo… Te hago una propuesta.
-Dime.
-Si tuvieras una máquina del tiempo, ¿A dónde irías?
-Jaja, no has cambiado nada. No lo sé…
-Piénsalo…
-Tal vez, como en Regreso al Futuro. Iría varios años hacia adelante, cogería los resultados de las loterías y volvería. Así no tendría que trabajar.
-Sí ya, pero eso es uno obviedad. Tendrías mucho dinero pero no resolverías nada de la vida. Serías uno más.
-¿Y qué quieres que haga?
– Averiguar, saber, conocer algo del pasado o el futuro.
-¿Cómo qué?
-No lo sé… ¿y si pudieras viajar más allá? ¿Descubrir algún enigma, algún misterio?
– Pues, ¿tal vez ir y conocer a Jesucristo?
-Exacto, algo así. ¿No te gustaría dar respuesta a la existencia del hombre? ¿Ir millones de años al pasado y resolver el gran secreto de la humanidad? ¿De dónde venimos?
-Desde luego, que te gusta filosofar. También ir millones de años al futuro, para saber a dónde vamos.
-Claro, luego volver al presente y dar respuestas a los grandes filósofos, resolviendo todas sus dudas.
-Sí, pero tendría que ir a trabajar.
-Seguro, pero con otra perspectiva.
Ambos callaron y sonrieron. Es curioso a donde puede llegar la imaginación del hombre cuando se evade de la rutina diaria y deja volar su imaginación. Es un momento espectacular, pues no se piensa en nada cotidiano y tu mente se libera intentando resolver cosas triviales o sin solución aparente. Es un momento de reflexión en la que la libertad es tan brutal que uno se siente completamente liberado. El tiempo en aquel momento, para ambos, se detuvo y sin darse cuenta poco a poco empezaba a oscurecer. Los grandes árboles no dejaban pasar los rayos del sol y toda la luminosidad del parque, sus colores, se iban ensombreciendo. Los patos y las palomas desaparecieron. Algún escurridizo gorrión se acercaba rápidamente y luego se marchaba volando. Salvo algún viandante que se acercaba con la misma parsimonia con la que se alejaba, allí se quedaron ellos dos solos. Con el atardecer también se marchó el viento que dejó de mecer los árboles. Tampoco se escuchaba el chapoteo de aquellos animalillos por lo que el silencio sólo era interrumpido por el murmullo de aquellos dos amigos.
Ambos, conocedores el uno del otro de la durabilidad de tal conversación, habían comprado doble ración de cerveza y patatas. Así que cuando se terminó la primera litrona, uno de ellos abrió la otra y su compañero le devolvió una enorme sonrisa.
-¿Entonces qué? Si sólo pudieras hacer un viaje en el tiempo, sólo uno, por las circunstancias que sean, ¿Dónde irías?
-¿Uno? ¡Eso es injusto! Resolver un misterio y no saber el resto es quedarte a medias. Para eso, prefiero no hacer ninguno.
-Esa son las reglas del juego. Así que, debes elegir entre Cristo, el inicio o el devenir de la humanidad.
-Que te gusta filosofar por filosofar. ¿Y si me llevara una decepción?
-Es un riesgo que debes afrontar.
-¡Qué complicado!
-Lo sé.
Se quedaron un rato pensando antes de reanudar el diálogo, meditando, reflexionando ante la posibilidad de que tal viaje pudiera ser verdad.
-¿Esto es conversar por conversar, o realmente tienes una máquina del tiempo y me vas a conceder ese deseo?
-Jaja… elige, ¿lugar y dónde?
-Se está haciendo de noche, creo que vamos a tener que dejar este debate para cuando vuelvas otra vez.
-Tienes razón, pero no me dejes con la duda, por favor.
-Vale, ya sé lo que haría. Aunque antes, dime a que te dedicas en Londres, que me tienes intrigado. ¿No serás un científico y realmente has creado…?
-¡No, claro que no! Simplemente trabajo en una revista e invento historias de ficción. Tengo varias novelas escritas y vivo de ello.
-Menos mal, me habías asustado. ¿Sabes dónde me gustaría ir realmente?
-¿Dónde… o cuándo?
-Simplemente, me gustaría ir cuatro horas atrás y volver a tener esta conversación contigo, para Filosofar con un Amigo.
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