Un Dios existente

Un Dios existente

Julia P.M.

05/05/2017

Una de las incógnitas más disputadas del ser humano desde que éste tiene inquietudes es la existencia de Dios. Muchos lo ven imposible, otros tantos ven imposible que no sea así. En ésta época nuestra de tecnologías inimaginables hasta hace pocas décadas, de medicinas casi milagrosas e inventos casi extraterrestres, sigue siendo una pregunta que a muchas mentes inquietas asola; ¿Existe algún tipo de divinidad? Como es imposible desde mi humilde posición contestar a ésta pregunta, me he hecho a mí misma ciertas conjeturas de otro tipo relacionadas con la misma.

Partiendo desde la premisa de que existe un Dios, cosa que como humano inconsciente de las situaciones inexplicables de la vida, no se me permite saber (hasta el momento tampoco tengo interés en ser ninguna erudita) me parece que el hecho de Dios en sí no está bien planteado. Hay razonamientos ilógicos dentro del esquema de las existencias divinas (sea cual sea la religión).

De primeras, se supone que Dios, un ser magnífico salido de quién sabe dónde (he aquí las primeras preguntas; ¿Qué es un Dios? ¿Es un ser corpóreo como tal? ¿Un alma? ¿Un conjunto de energías?) crea el Universo a partir de nada.

Si Dios crea el universo, que está compuesto de todas las cosas existentes en general, las que conocemos y las que no, ¿de dónde sale el susodicho Dios? No es posible que no habiendo nada, haya algo. Sin embargo partiendo de ésta pregunta podemos incluso dudar de nuestra propia existencia, ya que, si es imposible que un Dios aparezca repentinamente en medio del abismo para crear todas las cosas que conocemos, ¿es posible que existamos nosotros? ¿En algún momento ha habido realmente un comienzo, o esto ha existido siempre? ¿Estamos aquí verdaderamente? Sabiendo que no sabemos de dónde venimos ni a dónde vamos, pero aún así somos capaces de Crear, tal como se supone que Dios creaba, ¿Somos, acaso, nosotros los dioses?

Seguidamente a esto nos encontramos con un Dios benefactor, que castiga el mal y premia las bondades. Si Dios es el supremo creador del bien y el mal, de la luz y la oscuridad, de las alcachofas y los macarrones con tomate, ¿Tenemos entonces delante a un dios hipócrita, arrepentido de haber creado cosas contrarias en un momento de enajenación? ¿Puede permitirse un Dios perfecto, benigno y todopoderoso fallos tales en sí mismo como son la hipocresía y la locura? ¿En qué pensaba el tal Dios al crear las alcachofas? ¿Consume, acaso, nuestra santa divinidad, drogas? Si Dios toma drogas… ¿Son entonces las drogas algo bueno? Quizás si Dios consumiera psicotrópicos, tendríamos la explicación de por qué nos tiene tan abandonados.

Al principio de los tiempos, Dios envió a ciertas personas de su corte para remitirnos un mensaje de paz y amor. ¿Es entonces posible que haya permitido que en su nombre se hayan hecho tales matanzas, robos y actividades absolutamente demoníacas ? ¿tenemos acaso un Creador supremo gilipollas? Si estamos hechos a su imagen y semejanza, ¿Explicaría esto entonces la estupidez humana?

Tras mucho cavilar éstas ideas y otras que rondan mi atormentada mente, he tomado la decisión de que Dios existe. Pero no ha sido él quien nos ha creado a nosotros, sino nosotros quienes le hemos creado a él. El ser humano necesita algo en lo que creer; algo por lo que vivir, sin tener miedo de llegar a la muerte. Al final del camino nos espera «él». Es una manera ruda y antigua de buscarle el sentido a la vida que, curiosamente, hemos conseguido llevar hasta nuestros días. Dios se compone de cada uno de nosotros; y de cada animal, de cada planta, de cada máquina y cada coche, cada edificio y cada partícula de aire, cada electrón y cada neutrón, cada milésima de segundo y cada rayo de luz, cada granito de arena y cada gramo de cocaína. Dios no es más que una manera de explicar que todo está compuesto de la misma mierda, o del mismo fino cristal si se prefiere así, que la materia de mi cuerpo fue antaño lámpara, y caja de cartón, y quizás un dedo del pie derecho de Adolf Hitler, así como la punta de la nariz de Ghandi y el cañón del fusil del Che Guevara. Da igual quién seas, en qué creas o lo que hagas; del polvo venimos, polvos echamos, y en polvo nos convertiremos.

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