Me he despertado esta mañana en medio de un curioso caos, un desconcierto inminente, sorprendente y a la vez muy prudente. No sabía la hora, ni el lugar, ni la dirección, ni el motivo ni la razón de mi confusión. Desperté en mi propia habitación, la de siempre y era yo que, sin ningún extraño antecedente de alguna bebida, sustancia o magia recurrente, estaba perdida, confundida y muy aturdida. Al cabo de 3 minutos el efecto se perdió, desapareció y el día continuó. No fue el sueño, ni el cansancio, no fue un resfriado ni un dolor de cabeza no esperado. Estoy segura de aquello puedo jurarlo, no sabía quién era, qué hacía ni de dónde venía.
Paseando por la Gran Avenida, el día muy normal seguía, cuando entré a una tienda de espejos y mirándome fijamente en uno de ellos, me encontré conmigo misma y me vino un gran desvelo. Me miré fijamente a ver qué hacía, si movía un ojo, respiraba o me sucumbía. Me quedé plasmada mirando mi cara, mis manos, mis facciones y mi ropa enmarañada. ¿Quién era esa del espejo? ¿Era yo realmente usando ese vestido azul añejo? ¿O una imagen falsa que me hacía creer que yo no estaba lejos? Me aterré por unos segundos, pero algo me introdujo nuevamente es ese mundo, la sensación de la mañana volvía, ahora de manera consiente, efervescente y muy evidente. Me vi en el espejo, me vi en el retroceso, vi mi cara en el vidrio, en mí ojo, en mí pupila deseando escapar a escondidas. ¿Qué era eso? Un cuerpo de carne y hueso. Un cerebro pensante dejándose llevar por un pensamiento alucinante. ¿Soy yo quién trae el pensamiento? ¿O viene de un lugar, viajando desde muy lejos? ¿Alguien lo envía? ¿Qué partes son realmente mías? Soy yo a la hora exacta, diciendo estas palabras, que vienen sin ningún motivo aparente, solo llegan y me dicen, me conmueven y me visten. Observando mi forma humana, el pensamiento concurrido de la mañana, se volvía placentero y muy ameno.
Toda esa confusión ahora parecía parte de un gran eslabón. Cuántas veces me había mirado. Cuántas veces, me había extrañado. Sin sentido, sin motivo. Fue ahí qué comprendí, la razón de mi extravío.
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