-”Mamá: quiero ser mayor”
-”Cuando seas mayor, querrás volver a ser pequeño”
Que verdad tan grande y tan repetida mundialmente. Aunque no parece que calase muy hondo. ¿Quién de nosotros no ha tenido esta conversación más veces de las que puede recordar? Lo cierto es que el número de ocasiones que esta situación haya tenido lugar, importa poco ya.
A veces creo que a Darwin se le olvidó avisarnos de nuestra mayor carencia: Darnos cuenta a tiempo. No medíamos ni 1,50 y ya anhelábamos lo imposible: crecer, acelerar el tiempo.Al ser humano le resulta muy difícil no creer que cualquier tiempo futuro será mejor.Somos inconformistas e impacientes por naturaleza. Y tenemos que luchar contra ello.
“No quieras correr, todo llegará cuando tenga que llegar”. Verdad universal que no somos capaces de apreciar hasta que no hemos excedido el límite de velocidad y nos hemos comido como poco el Muro de Berlín.
No cabe duda de que hace tiempo que llegó el día en que nos hicimos mayores. Nos tuvimos que hacer mayores. Así, por imposición del destino. Porque nadie llega y te pregunta: ”hey, ¿te viene bien madurar hoy?” Qué va. Se presenta como la mayoría de cosas de la vida que importan: sin avisar, y para quedarse hasta la eternidad.
La realidad difiere bastante de las ideas que sustentaban ese pequeño y poco formado cerebro. La realidad es más complicada, si cabe, de lo que te la habían presentado. De hecho, cuando apenas tenemos doce años, nos imaginamos con seis más (justo en esa meta que hasta que llega es inalcanzable, y una vez que la superas, irrecuperable) y aunamos en nuestro sueño todo el éxito posible: Eres alto y con aspecto de ser mayor, posees un coche y estudias fuera de tu casa. Ese es el esquema. Así de simple, y así de complicado cuando caemos en la cuenta de todas las subcategorías que alberga la vida. Sobre todo, complicado, cuando no se han cumplido esos esquemas, o cuando sí que lo han hecho, pero no como imaginabas.
Con el tiempo aprecias que el trabajo va a constituir uno de los pilares más importantes de tu vida, y que en cierto modo, la condicionará. Te darás cuenta que habrá personas que dependan de que tú te levantes y llegues a un lugar donde producir dinero, sin el cual, tu tampoco podrías vivir. Y da igual si hoy llueve a cántaros, si anoche dormiste fatal, si tus sueños no te dejan descansar….No le importa mucho al mundo. Siendo sinceros: al mundo no le importan nada tus razones. Te lo aseguro.
A veces parece que en la vida no hay lugar para soñadores, ni para los esperanzados, ni para los que escriben en mitad de la noche como medio de desintoxicación emocional, ni para la gente que da sin recibir nada a cambio. Al igual que tampoco hay sitio, ni momento oportuno para no poder con la vida. Y es que cuando no puedes con ella, te arrastra. Y créeme que resistirse, duele mucho más que adaptarse; y que aceptarse.
La experiencia te enseña que a veces somos nosotros mismos quienes depositamos las piedras que más adelante nos encontramos por el camino, y que siempre, siempre serás tú quien decida cómo resolverlo, aunque a menudo nos empeñemos en pasar por encima como si nada mientras los talones van soportando la carga.
A estas alturas, me temo que no queda más remedio que asumir que la vida te pondrá a prueba en varias ocasiones, que medirá tu valor y tu coraje, que te hará dudar de hasta dónde eres capaz de llegar. Y cuando llegues (porque te aseguro que si luchas hasta el final, vas a llegar), sabrás que ha merecido la pena. Uno no puede bajarse del tren en marcha, ni ir con rodilleras por la vida, ni ir con corazas por si acaso…Hay que continuar remando, construyendo. Como sea, pero avanzando.
Aún no tengo del todo claro cómo hacerlo, así que mientras tanto, improvisemos.
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