Puertas cerradas y puertas abiertas, puertas con llave y puertas sin llave; pasillos iluminados y pasillos oscuros, pasillos cortos y pasillos infinitos. Frío y calor; calma y movimiento; una habitación con muebles y otra vacía; una ventana con cortinas y otra sin ellas. Un gato en lo alto de la escalera central mira a la puerta principal como esperando a algo o a alguien; se mueve a la derecha, luego vuelve sobre sus pasos y se sienta sobre sus patas traseras. Vuelve a esperar. Una bombilla de las tres que forman una lámpara se apaga dejando el lugar lúgubre y solitario; la sombra del gato se funde con su pelaje negro. Comienza a caminar, esta vez hacia su izquierda, sube las escaleras adornadas con una bonita alfombra roja hasta llegar a un largo pasillo con pequeños cuadros de paisajes nocturnos. Más puertas, todas marrones con pomos dorados que reflejan la luz de la luna que se filtra por la gran ventana sin cortinas. El gato llega al final del pasillo y comienza a subir más escaleras, pero todo está en completa oscuridad. Maúlla al pararse ante una pequeña puerta de piedra. Nadie contesta. Sus maullidos continúan hasta que un ruido en el piso de abajo los interrumpe. El pequeño animal realiza el camino de antes y se posiciona de nuevo en lo alto de la escalera, pero ahora mueve la cola y se relame una pata. Se cae algo, el ruido parece proceder del interior de la cocina. El gato mueve su cola con elegancia. La bombilla vuelve a encenderse. Un ratón corre ante sus ojos, pero muere aplastado por el minino. La noche se acerca a su fin.

El sol ilumina cada rincón de la casa a excepción de la parte derecha que está sumida en la eterna oscuridad. No hay ruido. No hay movimiento. No hay nadie.

La noche vuelve a aparecer. Un gato negro con ojos verdes se encuentra en la escalera doce de las veinticuatro que unen la entrada principal con las dos caras de la gran casa. El animal se mueve hacia la izquierda, luego vuelve sobre sus pasos y se sienta sobre sus patas traseras; mira al techo; hay un gran cielo con estrellas pintado de una forma muy realista. Maúlla. Dos bombillas se apagan de las tres que forman una lámpara. El gato comienza a caminar hacia su derecha por unas escaleras de madera desgastada por las termitas. Todo está oscuro. Las puertas tienen arañazos. Al llegar al final del pasillo el animal se detiene ante una puerta de madera con una pequeña cruz dada la vuelta. Maúlla. Un golpe detiene sus maullidos. Baja de nuevo al primer piso y se coloca en el escalón número doce. Da un pequeño golpe sobre el escalón. Una sombra de un ratón aparece ante su vista. No hay ratón alguno. Las bombillas se encienden de nuevo. La noche ha finalizado.

Es de día, la casa absorbe todo el calor de la mañana como si la necesitase para mantenerse sobre el suelo. No hay ruido. No hay movimiento. No hay nadie.

El crepúsculo vuelve a hacer de las suyas. Un gato negro con ojos verdes y unos bigotes largos se encuentra a los pies de los veinticuatro escalones que unen la entrada principal con las dos personalidades de una gran casa. El animal se levanta y camina hacia delante, a los cuatro pasos se detiene y vuelve hacia atrás, se sienta sobre sus patas traseras; mira al suelo. Maúlla y lo araña con anhelo. Tres bombillas que forman una lámpara se apagan. La oscuridad se apodera de todo el lugar. El animal maúlla, pero no se mueve. Nada interrumpe sus maullidos.

El amanecer comienza. La casa se alimenta de esa luz como una flor en su fotosíntesis. Todo está en absoluta calma. No hay ruido. No hay movimiento. No hay nadie.

Llega la noche. Ni ruido. Ni movimiento. Ni bombillas. Ni gato. Tan solo la nada.

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