Estrellas en el desierto
( Relato corto)

Después de un par de horas de una entrevista de lo más peculiar la Sra. Mier y la Sra. Arendt parecían ignorar mi presencia. Se habían enfrascado en una discusión sobre una receta de sopa de pollo a la que cada una le otorgaba un origen diferente. Una aseguraba que era de origen Sefardí y la otra Askenazi; entre divertido y desconcertado yo observa a esas dos mujeres que podían pasar perfectamente por dos afables señoras de mi barrio. Pero esa apariencia física escondía dos mentes muy lucidas y brillantes capaces de entablar profundos debates como el que durante la entrevista habían establecido sobre la identidad Judía, el antisemitismo, Israel y su encaje en oriente medio, si bien esos temas eran solo una parte de las preocupaciones de estas formidables mujeres pues en cada una de las respuestas a mis innumerables preguntas quedaba implícito un profundo sentido humanista.

A pesar de mi juventud mi reputación como reportero y más tarde como articulista me habían abierto muchas puertas para entrevistar a personajes relevantes de la política internacional y en la revista para la que colaboraba valoraban mucho mi trabajo pero cuando comenté en la redacción que haría un viaje a Jerusalén para entrevistar a Golda Meir con la ayuda de Hannah Arendt a la que durante aproximadamente seis meses le rogué que accediera y también intercediera para convencer a la Sra. Meir; entre mis jefes y compañeros cundió la sorpresa y luego el escepticismo pues no veían claro el interés que podría generar dicha entrevista, especialmente en esos momentos con un público casi indiferente a lo que sucedía en oriente medio. Finalmente el consejo de redacción accedió pues entendieron que una entrevista conjunta de esas dos mujeres era una oportunidad única que muy difícilmente se volvería a presentar.

Así que ahí estaba yo, en lobby del Hotel King David observándolas mientras ellas intentaban por enésima vez ponerse de acuerdo en algo. La Sra Arendt fue la primera que claudicó y Golda con una sonrisa de satisfacción me guiño el ojo mientras me decía, -Hannah es una de las mujeres más inteligentes que he conocido pero yo soy más testaruda que ella y en mi trabajo la persistencia a la hora de defender las ideas es muy importante pues hay mucho más en juego-. Al escuchar eso, la Sra. Arendt abrió los ojos con sorpresa mientras negaba con la cabeza y añadía, -no, no te equivoques Golda, la razón debe siempre estar detrás de lo que se defiende y la pura tozudez no basta ya que uno de los más grandes problemas de este mundo es el hecho de que muchos individuos utilicen mas la fuerza que la razón para alcanzar sus fines y me da igual donde diablos se inventó la receta de la sopa de pollo, yo me la como y punto- dijo cerrando el debate satisfecha.

-Hace mucho calor- dijo la Sra. Meir,- salgamos al jardín a dar un paseo, mis viejas piernas necesitan moverse-. -¿Tiene hijos Sr. Dalbert?- Me preguntó la Sra. Arendt mientras nos acariciaba un suave viento cálido y al responder negativamente con la cabeza y agregar que era soltero; la Sra. Meir añadió que no estaba bien que un hombre estuviera solo y que debía buscarme una buena mujer que en definitiva era más importante que andar haciendo preguntas tan incisivas como las que les había hecho esa mañana. Esto último lo dijo dándole suavemente con el codo a Hannah a lo que ambas mujeres sonrieron.

Durante nuestra entrevista de ese día habíamos profundizado mucho sobre el concepto que cada una de ellas tenía sobre la sociedad y cuales eran los elementos que debían sustentar el fortalecimiento de Israel como nación, también por su relación con sus vecinos árabes y si bien tenían discrepancias en varios aspectos, en el fondo, su deseo de ver una patria para el pueblo Judío en donde sus habitantes se sintieran seguros era el punto convergente que solventaba cualquier discrepancia de la forma o el método para conseguirlo.

Conforme avanzaban los minutos pude detectar que Hannah era una mujer de una exquisita cultura que se explayaba en sus explicaciones para tratarnos de hacer ver desde un punto de vista académico sus sesudas conclusiones. Golda parecía ser una mujer menos intelectual y más pasional pero con un sentido casi natural por la filosofía que quedaba plasmado en casi todas las exposiciones que hacía de sus ideas.
Y escuchando hablar a esas dos mujeres pude darme cuenta de que Israel no era el producto de unos nacionalistas reaccionarios sino el resultado de un proceso muy largo y complejo en el que el pensamiento era la piedra angular de su existencia. Si bien es verdad que una serie de terribles acontecimientos aceleraron su creación como estado moderno; en el pueblo Judío y su gente se había venido desarrollando un complejo pensamiento filosófico que había sido de algún modo su salvavidas a través de los siglos y en consecuencia les había permitido transmitir a sus gentes esa conciencia generación tras generación.

Mientras caminábamos la conversación transcurría entre recetas de cocina, reseñas de historias, tradiciones y temas mas profundos que esas mujeres exponían sin aparente orden y fue entonces cuando vi claramente como el hilo que tejía esa rica cultura heredada durante siglos era su filosofía siempre abierta a la discusión y al debate.
Sr. Dalbert- me preguntó Golda-¿qué es lo que más le gusta de Israel?- , era mi primer viaje a ese nuevo país y había llegado hacia solo cuatro días por lo que no había tenido oportunidad de ver mucho pero esa mañana había comprendido muchas mas cosas que todo lo que vería mas tarde pues comprendí que la conciencia de un pueblo se basa en su concepción y visión filosófica que es en definitiva lo que puede dar sustancia a las cosas.
-Sra. Meir, lo que mas me gusta de Israel es que exista- respondí mientras continuamos nuestro paseo.

David Almaraz

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