Libertad. Realidad o quimera.

Libertad. Realidad o quimera.

Desde que el ser humano tiene uso de razón siente el deseo de ser libre. El problema es que nace dentro de una sociedad sujeta a normas establecidas que le van a dificultar ese deseo. ¿ Es ser libre decir siempre lo que se piensa, o hacer siempre lo que se desea ? ¿ Nos va a beneficiar o nos va a perjudicar elegir ese camino ? ¿Trasgredir las normas nos va a resultar rentable ?

Estamos en un país libre y por lo tanto puedo decir o hacer lo que quiera. Cuantas veces hemos oído esta frase, y cuantas veces nos hemos dado cuenta tarde de que eso no es verdad. ¿ Cuantas veces hemos constatado que decir o hacer lo que pensamos no nos ha salido rentable? La libertad como concepto, como utopía es perfecta. La libertad bajo el punto de vista de lo que nos conviene es mas discutible. Pero eso debemos elegirlo nosotros, no nos lo tienen que imponer. Debemos elegir si nos conviene ser absolutamente libres y asumir las consecuencias o ser diplomáticos y subirnos al carro de la hipocresía. Nuestra verdad subjetiva libremente expresada a veces nos beneficiará y otras nos resultará un lastre difícil de llevar. Pero debemos ser solo nosotros quienes lo valoremos.

La libertad es un concepto espiritual y por lo tanto sujeto al libre albedrio. Nos pertenece. Cuando me refería a que las normas
que pueden coartar nuestra libertad no me refería a las normas de convivencia, a la urbanidad, ni siquiera a las leyes, mas bien pensaba en normas sociales basadas en la costumbre, en las conveniencias sociales, en las que establecen los poderes fácticos.
Poderes fácticos, cuyos intereses son castradores de la libertad individual y colectiva. Nos dictan cual debe nuestra manera de pensar y de actuar. Nos limitan y nos hacen creer que salirnos de las normas que establecen nos perjudica. Y si nos revelamos, nos damos cuenta enseguida que tienen razón. En consecuencia solo es «libre» aquel que no tiene nada que ganar ni que perder. El asocial.

Todo lo expuesto con anterioridad ocurre en los países democráticos, cuyas libertades están garantizadas por constituciones que así lo establecen. Que decir de la mayoría de países donde la libertad no es una realidad y por lo tanto no tiene derecho a ser considerada ni siquiera una quimera. En este caso la libertad no se matiza, simplemente no existe.

La mayoría de las personas que viven en una autocracia tienen el sentido de la libertad adormecido. No digamos las que están bajo el yugo de las teocracias, tan de actualidad hoy en día. En este caso no está adormecido, está anulado por completo. Está anulado por un simple sentido de supervivencia.

Por tanto en las sociedades llamadas «democráticas» la libertad está sujeta a matices, para el resto simplemente no existe.

¿ A las sociedades libres les interesa que exista apertura en el mundo sometido? Seguramente no. Están convencidos que de ese sometimiento es la garantía de su supervivencia, de su prosperidad. El rico, el próspero, el libre, es egoísta. De un egoísmo no culpable. De un egoísmo que mira para otro lado. El rico necesita del pobre, el libre del sometido, para saber que lo es, por comparación.

Las sociedades prósperas a lo largo de la historia han pagado su egoísmo con el debilitamiento progresivo que se ha iniciado siempre desde dentro, y que ha culminado con su destrucción por parte de otros pueblos. (Véase el Imperio romano. ) El terrorismo (enemigo de la libertad) que empezamos a padecer es un aviso de que todo puede volverse a repetir.

La sociedad occidental debe plantearse que negándose a compartir el progreso, el bienestar, la justicia, la cultura, en definitiva la libertad, está haciendo un mal negocio. Un mal negocio del que tarde o temprano acabará arrepintiéndose. En este sentido Nelson Mandela dijo : «Ser libre no es sólo deshacerse de las cadenas de uno, sino de vivir de una forma que respete y mejore la libertad de los demás.»

Las cadenas que nos atan como se menciona al principio no son otras que las conveniencias sociales, que nos atan, que nos limitan. Debemos, el la medida de lo posible liberarnos de esas ataduras, para poder servir mejor la causa de la libertad de todos.

Si cuando te acuestes por la noche no hay nada que te perturbe, si te sientes reconciliado contigo mismo. Si te sientes feliz. Hoy has sido libre.

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