El pobre principio de una gran historia

El pobre principio de una gran historia

Jacobo Argento

04/05/2017

Erase un domingo, las calles angostas de la ciudad sumergidas por un gran nivel de humedad las hacían intransitables. Si no fuese gracias al calendario se podría pensar que estabamos en pleno verano, pero no era así, ya estabamos en la estación más fría del año y aún así el calor era insoportable.

Como todo domingo en un pueblo que se considera ciudad pero sigue siendo pueblo, las familias se juntan en forma de ritual para almorzar. Algunos dicen que es para que la familia siga conectada, otros como yo, pensamos que está más relacionada a la costumbre que con el tiempo se transformó en obligación.

El almuerzo, con pocas excepciones, se celebraba en lo de la abuela. Ella, una mujer sumamente inocente, enamorada a más no poder de su amor de infancia y ex marido, mi abuelo. Él, un doctor de alto honor en la ciudad, con un humor que sólo el entendía. Sus hijos, victimas de una mala educación debido a su nivel de egoísmo y locura, no les permitía alejarse tanto de estás características.

Entre la nietada eramos pocos, pero somos muchos. Los valientes sabíamos que íbamos a estar en una situación lo más parecida a un interrogatorio, pero el que más estaba preocupado era yo. Los otros dos, uno abogado y el otro que recién había ingresado a la facultad de medicina, sabían por experiencia, que iba a ser yo. Un chico que ya hace un tiempo había ingresado en la facultad de derecho, buscando un futuro estable. En el tiempo libre que me queda entre la facultad y el trabajo me gusta leer, sobre todo filosofía. El tema del trabajo lo deje como secundario por el hecho de que a los únicos que no le importa que trabaje es a mi familia, hacen de cuenta que la facultad es mi única obligación.

Hora de comer y los impuntuales de siempre hacen honor a su apodo, el abuelo ya medio impaciente y la abuela, en consecuencia de este, también. Ella, preocupada porque no falte nada en la mesa, preguntando con cierta ansiedad que cuando pensaban llegar. Él, con hambre, diciendo que los fideos se iban a pasar y que iban a estar incomibles. Mientras tanto, nosotros hablando cosas de jóvenes haciendo oídos sordos a las quejas.

En el plato me serví una porción como la palma de mi mano de fideos. Todos estaban ya en la mesa hablando de temas superficiales que suelen salir en este tipo de comida, como lo que hizo fulana y lo mal que iba a quedar la familia como consecuencia de su acción, o mejor dicho, de su reacción ante una acción. Mientras tanto, yo, estando alerta de esa pregunta que me la repetían todos los domingos.

-¿Qué tal te va con Anatomía I?-Le pregunta mi abuelo a mi primo, el menor entre los presentes.

– Aprobé el primer parcial, me costó un poco pero los alumnos de otros años dicen que ya pase la parte difícil.- Ni bien terminó de contestar se metió un buen bocado de fideos y miró para otro lado dando fin a la conversación.

Era hora de la tan esperada pregunta:

-¿Y a vos Alberto, como te está yendo?- Su mirada era fija, no me la iba a sacar de encima ni por más que eche a correr.

-Bien, lento pero a paso firme.- Conteste acompañado de una leve sonrisa. Sí, uso la comedia para salir de apuros, un arma vieja que no todos la usan.

-Tu lento se está transformando en eterno.- Retruco, trayendo seriedad nuevamente a la conversación. -Espero que te recibas antes de tener hijos- Agregó.

-Espero lo mismo- Conteste, sonriendo nuevamente.

Se produjo un silencio cortante, l parecer esperaba una respuesta con más contenido, se le notó en los ojos.

Un tío, por cierto muy católico, para cambiar la conversación preguntó, en forma retorica, si alguien había ido a misa. Usó de pie para mencionar que el párroco que se encontraba a cargo de la iglesia de la ciudad explicaba muy bien el evangelio, aclarando que tenía una idea muy entendible de lo que era Dios.

Como el impulsivo que soy agregue sin pensar – Su idea de Dios es tan reducida como lo es el cristianismo-

Mi tío se me quedó mirando asombrado y preguntó, con cierto enojo – ¿Qué te hace pensar que es reducida? – Mientras tanto los otros familiares observándome sin pestañear, como si yo estaba en pecado por oponerme a su limitada visión de lo que era Dios.

-Lo escuché- Conteste, y agregué: – Su Dios habla únicamente de sufrimiento, de algo a lo cual te aferras después de sentir un dolor muy profundo causado por la desesperación y el miedo. Lleno de conceptos creados por humanos que lo usaban única y exclusivamente para tener más poder, como lo hizo en su tiempo el judaísmo. Con tantos conceptos buscan confundir y apartar la verdad de la sociedad y digo la verdad porque es UNA. Te hacen creer que nadie es igual a Jesús, que el es único, pero lo que les falta aclarar es que Jesús nació humano y murió siendo humano, mostrando irá, compasión y otros tantos sentimientos. Se olvidan de aclarar que el se ganó su divinidad. Te enseñan a admirar a más no poder una figura en vez de enseñar como y porque hizo lo que hizo. Te enseñan a repetir palabras una y otra vez sin explicarte lo que representa.-

Su mirada tomo un tono de ira mezclado con miedo, mostraba perplejidad como hace cualquiera al que le sacas de ese cuadrado que enseña el cristianismo. Tomó el impulso de la bronca y dijo: -Deja de leer las boludeces que lees y ponete a estudiar más vale.- Los integrantes de la familia se rieron y asintieron su razonamiento

Me reí de ese comentario, pero supe que le tocó. Ahí, confirme, una vez más, que si decís la verdad te van a odiar y si se las mostras a todos te van a matar.

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