Los enchufes son la fuente de mi locura,
Sí, los enchufes, ¿qué pasa?
Ya avisé de que estoy loco.
Veo un enchufe y entro en pánico.
Grito, pego, muerdo.
Me grito, me pego, me muerdo.
Antes no era así.
Un día cualquiera de un mes cualquiera
de un año cualquiera de este siglo
tomé café con curasanes pequeñitos.
Eran artesanos y les habían incrustado enchufes
en los cuernos.
Enchufes de mantequilla. Un asco.
Al primer mordisco sentí una rara electricidad
por todo el cuerpo.
De pronto dejé de notarla en la cabeza,
en el corazón y en las piernas.
Del hígado tardó horas en desaparecer.
También me quedaron secuelas en el corazón
durante días.
A mi amigo Rafa estuve a punto de electrocutarle.
Ya no somos amigos.
Fue rápidamente con el cuento al director del colegio
que además es su padre.
No fue a visitarme al hospital.
Ni él ni Alicia que era su novia por entonces.
Cuando volví a casa vinieron a verme,
mi madre les preguntó qué querían tomar.
Habia comprado curasanes pequeñitos para las visitas
y Alicia se comió cuatro.
Rafa no quiso porque es celiaco.
La alergia al gluten le salvó de la locura.
Ahora Alicia es mi novia.
No le importa que esté loco,
ella tampoco soporta los enchufes.
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