Dulcísima y otros poemas

Dulcísima y otros poemas

Elena Vagamunda

11/09/2017

DULCÍSIMA

(“Ven amado.
Te probaré con alegría.”
Eunice Odio – Poema primero – Posesión en el sueño)

Dulcísima ilusión la de besarte.
Esperar, con alegría, el momento preciso
en el que mi cuerpo despliega el mar,
y tu cuerpo las velas.
Esperar, con alegría, el momento precioso
en el que extiendes las flores de Marzo,
y yo, la lluvia de Abril.

Dulcísima ilusión la de esperarte,
soñándote amante,
hombre sauce, alargado,
dueño de la dulzura,
que estiras tus ramas y recoges
en la oquedad de tu espesura,
todo mi espacio.

Dulcísima ilusión la de mirarte,
abarcarte y escribir algunos versos
en el hueco de tu cuello.
Beber a sorbos tu aliento,
soplar sobre las palmas de tus manos,
sembrarlas de besos.
Arrancarte la tormenta.
Invitarte a mi centro,
despacio, con tiento, sin miedos.


UN LIBRO DE ABRAZOS

(Al hombre que sabía llorar)

Viniste con mil abrazos, como un libro de mil páginas.

Un abrazo por mi llanto, otro por mi rabia,

otro abrazo de esperanza, otro por las noches en vela,

y el último por todas las penas.

Qué débil es el amor cuando se esconde.

Qué hermosa la compasión cuando te alcanza.


¿SOY RAÍZ O GOLONDRINA?

¿Soy raíz o golondrina?

Mi cuerpo tiembla de puro vuelo

en las cercanías de tu aliento.

Y ante el influjo de tu piel de encina,

me despliego trémula y golondrina.

Pero mi corazón se arraiga

en el recuerdo de un latido,

de una respiración suave,

de una caricia dorada.

Cuando lo evoco soy raíz,

raíz anclada.

Pero yo quiero ser golondrina,

dejar que mi cuerpo

sobrevuele tu cuerpo.

Y olvidar mi corazón triste

de cepa desconsolada y penitente.

Elevarme anhelante y desnuda,

entre el hueco de tu dedos.

Y sentir, y sentir en mi piel el primer beso.


DESCALZA

Me has visto descalza, sin calcetines

ni sandalias que cubran mi desconsuelo.

Me has visto desnuda, sin blusa que cubra

mi corazón pedigüeño de perrito faldero.

Descalza, desnuda, mendiga,

vulnerable, al descubierto.

Y aún así me has entregado, con sudor,

esfuerzo y abrazos, tiempo envuelto en papel de regalo.

Pero me queda la pregunta,

de si tendremos algún quehacer pendiente.

Si es, será en otro momento,

en otra de tus vidas, en otro relato,

en otro cuento.


¿DE QUE BARRO HAS SIDO MOLDEADO?

¿DE qué barro has sido moldeado?

Qué tu cercanía me extiende hacia los lados,

hacia lo alto y me vierte hacia dentro,

y me caigo en un abismo que soy yo y es miedo.

¿DE qué estás hecho?

Que me siento niña, mujer pequeña,

leve como el aire, frágil,

que tengo el pulso débil y la palabra vacilante,

si te aproximas.

QUE no puedo sino derrochar sentires

y versos por las esquinas

para creer en un amor que me he inventado

y que aún no tiene dueño,

que habita en el estrecho hueco de tus atenciones.


EN ESTE VERANO TRISTE

ESTA bola redonda,

suspendida en el espacio,

este planeta tierra,

en este verano triste,

está roto

está en quiebra.

Y EN este verano triste

lo azotan los huracanes,

lo rompen los terremotos,

lo ahogan miles de lágrimas

encaramadas a la marea,

de ese mar que no es mar,

sino frontera.

Y EN este verano triste,

que sopla el viento furioso,

que cada tarde trae un sollozo,

de alguna madre,

que cada mañana hay una despedida,

y bajo los escombros

rezuman hollín nuestras heridas.

Y EN este verano triste,

que siento mi pena y siento la suya,

que guardo mi llanto, tras la sonrisa,

que no tengo fuerza y quiero tenerla,

que el mundo me desborda,

¿Cómo abordarlo? Si es gigante la tarea.

Y EN este verano triste,

que encadenamos los huracanes,

que agotamos nuestros embalses,

que ardieron nuestras florestas.

En este verano triste,

me acostumbre a tu ausencia.


CELEBREMOS LA TIERRA

Tengo un poema no escrito enmarañado con el que ahora escribo. Penas que arrastran otras penas. Poemas que invocan poemas. Los dos hablan de pérdida, de ausencias. Los corazones que nos acompañan están destinados a marcharse. A veces se los lleva el viento que los va meciendo para depositarlos en otros lechos. Pero otras nos los arranca la propia tierra, la incruenta e irreverente tierra. Y allí se quedan para siempre nuestros corazones amados volviendo lentamente a la materia del planeta.

Así te fuiste tú un día, bella, hermosa, elegante, delicada, docta. Tú que con amor me criaste, en soledad te marchaste. No supe entender la fragilidad que te embargaba y hoy tengo esas palabras de perdón agolpadas en los dedos y hechas un nudo en la garganta.

Pero vuestros abrazos redimen. Y los de hoy tenían la cualidad del descanso. Si celebramos la vida, celebremos tu partida. Pues supiste dar lo mejor de tí, aquello que tenías. Y en el mundo quedan los ecos para siempre de los muertos que nos aman. De tí en mi llevo tu barbilla y tu pasión por las palabras. De él llevamos todos, los veranos de bicicletas doradas, los atardeceres pausados y el sonido de una flauta.


POEMA DE LAS PERSIANAS BAJADAS

Era una casa alta, de altas ventanas al Sur, al Norte, al Este y al Oeste. Sus habitantes cocinaban, pintaban, limpiaban y a la hora de la siesta hacían el amor bajo el sol caliente del invierno. Era una casa y era un jardín donde florecían los amarilis y las dracenas. Era una casa y era un hogar donde el amor se acurrucaba.

Era una casa alta y clara, pero sus ocupantes no abrían las ventanas, no fuera que el ruido ensordecedor del desamor se autoinvitara. No fuera que se colara la negra desilusión de los meses frustrados de buena esperanza. No fuera que la ventisca de la desconfianza, que aleteaba atenta sobre las altas ventanas, les separara. Y así la casa, con las ventanas cerradas, no era jardín palpitante, ni refugio dulce, era una jaula.

Amor mío, allí te amé profundamente, en la luz y la sombra, imperfecto y voluble. Pero no te confundas, no dije para siempre, no dije incondicional, dije que era cierto. Pero tú que desconoces la dimensión del amor, pero yo que no quiero echarte de menos, que no te doy más tiempo. Bajemos las persianas, dejemos que el olvido entierre la luz, entierre la casa, la clara casa, al niño triste que no llegó a cenar. Dejemos que el olvido entierre nuestros alados sueños y el llanto malogrado de ese niño se pierda remoto en el abismo del tiempo.

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